Fernando Tola de Habich y la Premià Editora

En 1977 aparecen en Santa Rita de Tlahuapan (estado de Puebla, México), una excelente serie de textos de aspecto bastante decente, conformando una colección inicial de la editorial Premià llamada Los Brazos de Lucas, que se estrena con Los doce mil falos, de Guillaume Apollinaire (1880-1918), traducidos por Josep Elías Cornet (1941-1982), quien en 1970 había obtenido el Premi Carles Riba con el poemario Per a un duc Bach escriví música d’orgue, a Weimar (en la prestigiosa colección de Josep Pedreira Els Llibres de l’Ossa Menor).

Arrancaba de este modo en un enclave un tanto insólito una colección encuadernada en rústica y con preferencia por la literatura sicalíptica breve, a menudo francesa y libre de derechos, en la que ese mismo año aparecerían un anónimo Irene; Lulú la meona, del propio Tola de Habich; Las tres hijas de su madre y Manual de civismo, de Pierre Louÿs (1870-1925); El pálido pie de Lulú, del escritor chileno establecido en México Hernán Lavín Cerdá (que en 1970 había obtenido el Premio Vicente Huidobro con los relatos que componen La crujidera de la viuda), con prólogos de Fernando Alegría (1918-2005) y Carlos Montemayor (1947-2010); Madame Edwarda, de Georges Bataille (1897-1962), con traducción y  prólogo de Salvador Elizondo (1932-2006) y epílogo de Huberto Baris (1934-2018), que en 1967 había publicado Tusquets acompañado de El muerto, en traducciones de Antonio Escohotado y Eusebio Fontalba e ilustraciones de Hans Bellmer (1902-1975); El taxi, de Violette Leduc (1907-1972); Confidencia africana, de Roger Martin du Gard (1881-1958)…

Si a algo de aquellos tiempos se parece esta colección acaso sea a La Sonrisa Vertical de Beatriz de Moura en Tusquets, que en 1978 incluyó Las tres hijas de su madre (número 7) e Historia del ojo (número 10), así como la Irene que Louis Aragon firmó como Albert de Routisie

Casi simultáneamente arranca la colección La Nave de los Locos, con un catálogo no radicalmente distinto y en el que destaca una esmerada selección de autores y títulos: son también de 1977 El abad C, de Georges Bataille, en traducción firmada por el escritor dominicano Pedro Vergés; Haciendo el amor con música, de D. H. Lawrence (1885-1913), Aurelia, de Gérard de Nerval (1808-1855); la traducción y el prólogo de Jorge Luis Borges de Bartleby, de Herman Melville (1819-1891), publicada originalmente en los Cuadernos de la Quimera de Emecé en 1943; Tierra baldía: cuatro cuartetos, de T. S. Eliot (1888-1965) en traducción y con introducción de Ángel Flores y acompañado de la nota biográfica que el poeta español exiliado en México Vicente Gaos (1919-1980) había publicado como cierre a la edición de su traducción de la misma en la Adonais de Riap y que en 1971 había publicado Barral acompañado de una introducción de O. T. Mathiesen; Las olas, de Virginia Woolf, en la que fue la primera traducción de esta novela y con un prólogo firmado por la periodista chilena Lenka Franulic (1908-1961), que había aparecido originalmente en Ercilla (la nueva traducción, del prestigioso Andrés Bosch [1926-1984], la había publicado Lumen en 1972 en la colección Palabra en el Tiempo), ; el Tao Te Kin de Lao Tsé (s. VI a. C.), los Naufragios y comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1490-1559), prologados por Luis Alberto Sánchez; Amores, de Paul Léautaud (1872-1956), en traducción de nuevo de Elías, los Aforismos de Hipócrates (460-370 a.C.) traducidos por Raimundo Seinsmingler; las Cartas al padre de Franz Kafka (1883-1924), en traducción y con notas del austro-húngaro-argentino David G. Vogelmann (1907-1976); El regreso, de Joseph Conrad (1857-1924), en la traducción de Antonio Ribas Plata, etc.; y al mismo tiempo títulos de muy diferente cariz, como es el caso de Para una crítica de la violencia, de Walter Benjamin (1892-1940), seleccionada y traducida por Marco Aurelio Sandoval, o un Walden de Thoreau que se presenta como traducido por Antonio Saldaña y que sin embargo Carmen Valero Garcés describe como «una copia de la primera traducción de Walden, traducida por Julio Molina y Vedia en 1945 [en Emecé]» ‒¿sorpresa?‒; la Carta contra el patriotismo de los burgueses, de Bakunin (1814-1876), según el texto publicado por el Centro Editorial Presa de España y en la decimonónica traducción de Rosendo Diéguez (traductor también de Zola, Litré, Reclus y Spencer, además de Strindberg o Tolstoi, entre otros); la vetusta traducción de Francesc Pi i Margall (1824-1901) de la Solución al problema social de Proudhon (1809-1865)…

Creada como sociedad anónima, participaron también en Premià la exiliada republicana española María José de Chopitea (1915-¿?), como administradora, que a partir de 1979, con Sola, publicaría buena parte de sus obras en esta editorial, a la que acompañaban también la esposa y el hermano de Fernando Tola respectivamente, Margarita Millet (como gerente), y José Miguel Tola (encargado de producción), así como Bernardo Ruiz (en calidad de traductor y asesor literario) y Ramón Cifuentes (comercial), pero quien estaba al mando era sin duda Fernando Tola, que se había curtido al lado del barcelonés Carlos Barral y a quien el también editor Jordi Soler evocó como «el pirata del boom».

Ha sido diversas veces comentado ‒y Xavi Ayén compila y coteja las versiones sobre este asunto en Aquellos años del boom‒ cómo el peruano Fernando Tola fue enviado por los propietarios de las Distribuciones Enlace (es decir, Lumen, Tusquets, Anagrama, Barral, Laia, Cuadernos para el Diálogo, Fontanella, Edicions 62) para poner orden a su sede mexicana tras haber sido esta empresa objeto de una estafa por parte de quien hasta entonces había sido su representante en el país, Jordi Sivilla, y cómo, en lugar de llevar a buen término esa misión, Tola contribuyó a acabar de hundir la distribuidora mientras creaba en México sus propias empresas editoriales e imprentas.

Fernando Tola.

«Era un tipo listísimo que, tras su fracaso en Barcelona ‒declara el escritor Félix de Azúa a Ayén‒, se dedicó a la industria pirata en México: imprimía libros sin derechos en el desierto, en Puebla. Era estupendo, pero una catástrofe como gerente». El “fracaso” en Barcelona alude a su relación con Carlos Barral en los años previos a que, ya sin el buen tino de Victor Seix (1923-1967) como contrapeso al idealismo del editor-poeta, la editorial Seix Barral iniciara un proceso que la llevaría a acabar siendo absorbida por Labor y en la que, en muchos casos, se atribuye buena parte de la responsabilidad del descalabro a Tola, que aparece también a menudo cuando se relata el hundimiento de Barral Editores (la empresa que el editor-poeta creó cuando salió de Seix Barral). «Una vez despedido ‒explica por su parte Jorge Herralde en el mencionado libro de Ayén‒, él cogió a su mujer Millet y a unos inditos y se puso a imprimir por su cuenta, estuvo quince o veinte años imprimiendo libros sin derechos, y otros piratas».

Parte del equipo de Premià tras la impresora.

El también escritor J. J. Armas Marcelo evocó el nombre de la primera de las empresas puestas en marcha por Tola en México, Ediciones del Bicho, si bien muy probablemente en realidad quiera aludir a otra de las colecciones de Premià, Libros del Bicho, donde, entre otros libros, aparecieron ya a principios de los años ochenta la antología preparada por Sandro Cohen Palabra nueva. Dos décadas de poesía en México (1981), así como los poemarios Hojas de los años (1981), de Marco Antonio Campos; Crónicas del Niño Jesús de Chilca (1981), con el que el peruano Antonio Cisneros (1942-2012) obtuvo el Premio Latinoamericano de Poesía Ruben Darío; Anagnórisis (1982), del hispanomexicano Tomás Segovia (1927-2011) que la había publicado ya en 1967 en Siglo XXI; Estampida de poemínimos (1985), de Efraín Huerta (1914-1982); o el Oidor andante, de Ida Vitale, cuya primera edición había aparecido en 1972 en la editorial Arca de Montevideo y en cuya contracubierta mexicana puede leerse:

Edición uruguaya de Oidor andante.

Esta edición se terminó de imprimir en los talleres gráficos de Premià editora de libros S. A., en Tlapahuan, Puebla, en el segundo semestre de 1982. Los señores Ángel Fernández, Serafín Ascencio, Julián Hernández y Donato Arce tuvieron a su cargo el montaje gráfico y la edición en offset. El tiraje fue de mil ejemplares más sobrantes para reposición.

Acerca de la financiación de este singular proyecto, quizás la escritora Margo Glanz da algunas pistas al relatar a Jesús Alejo Santiago los avatares que tuvo que pasar antes de ver publicado su primer libro, el libro objeto, con dibujos de Ariel Guzik, Las mil y una calorías, novela dietética:

[la] llevé a Joaquín Díez-Canedo y me dijo que de ninguna manera. Se la llevé a otros editores y me dijeron que de ninguna manera. Hacía textos que nadie me publicaba o que publicaban por compasión, probablemente. Mi literatura no funcionaba para las editoriales: el pie de imprenta me lo dio un amigo con el que había publicado traducciones de Bataille [Historia del ojo (1978) y Lo imposible (1979)], Fernando Tola, en Premià, pero yo pagué la edición, y lo mismo pasó con Doscientas ballenas azules, hasta Síndrome de naufragios, que me la publicó Joaquín Díez-Canedo, que obtuvo el Premio Villaurrutia.

Edición mexicana de Oidor andante

De todos modos, a Julio Ortega le contó Glantz la misma historia con algunos pequeños matices acerca de Las mil y una calorías: «el único que me quiso ayudar en la aventura fue Fernando Tola con Premià; pero luego no pudo publicarlo porque no tenía una imprenta suficientemente buena para que los textos salieran bien, y sobre todo los dibujos»; pero el caso es que salió una tirada de por lo menos quinientos ejemplares con pie editorial de Premià.

Quizás sea oportuno recordar aquí un pasaje de Elvia Carreño Velázquez en Biblioteca Fernando Tola de Habich que tal vez sea muy elocuente de cómo funcionó la cosa:

[Tola publicó] ediciones universitarias de autores olvidados de la época, facsimilares de revistas casi desconocidas, antologías temáticas y colecciones de rescate literario, como La red de Jonás y La Matraca, realizada en coedición con la Secretaría de Educación Pública y después con Bellas Artes por iniciativa de la doctora Margo Glantz.

Con «Bellas Artes» alude al popularmente conocido como INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes), de cuya sección de literatura Margo Glantz fue directora entre 1983 y 1986. Como apostilla, entre 1984 y 1990 se publican en la mencionada colección La Red de Jonás (que se dividía en dos series: Estudios y Sección de Literatura Mexicana) las tres partes del libro de Fernando Tola de Habich Museo Literario (números 17, 34 y 39 de la colección).

Cuando en 1991 esta empresa eminentemente artesanal ‒pero muy bien vinculada a instituciones culturales mexicanas‒ cambió el nombre a la Factoría de Ediciones (en la que destacó enseguida la colección Serpiente Emplumada), Tola pasó a convertirse en consejero editorial de la misma; poco tiempo después regresó a la península Ibérica.

Fuentes:

Web de Fernando Tola de Habich.

Xavi Ayén, Aquellos años del boom. Vargas Llosa, García Márquez y el grupo de amigos que lo cambiaron todo, Barcelona, RBA, 2014.

J. J. Armas Marcelo, «Vista del atardecer en Cholula», El Cultural, 30 de noviembre de 2012.

Elvia Carreño Velázquez, Biblioteca Fernando Tola de Habich, un recorrido de tinta y papel por nuestro legado histórico, México, Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, 2015.

Jordi Soler, «El pirata del boom», Milenio, 1 de septiembre de 2014.

Carmen Valero Garcés, «Estudios de traducción y ecocrítica. Un ejemplo: Pájaros que no siempre llegan a su destino», Sendebar, núm. 3 (2012), pp. 141-157.

De telefonista en el Majestic a la editorial Premiá: María José de Chopitea

Nacida en 1915 en el seno de una familia acomodada de origen vasco-catalán asentada en lo que hoy es el barrio barcelonés de Sarrià, María José de Chopitea recibió una esmerada educación que incluyó estancias en Ginebra cursando estudios de francés que propiciaron que durante la guerra civil española, además de desempeñarse como enfermera, entrara a trabajar como telefonista en el Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya (establecido en el Hotel Majestic).

Sobre de azúcar en el que aparece la versión simplificada del logo del Orfeó Català de Mèxic.

Al igual que tantísimos otros republicanos, como consecuencia del resultado de la guerra salió de su país en enero de 1939 y, tras pasar episódicamente por París, Ginebra y Nueva York, en noviembre de ese mismo año llegaba a México, donde enseguida entró en contacto con los ambientes culturales de la capital, y en los años sucesivos publicaría en diversos cabeceras mexicanas (Mañana, El Nacional, Nosotras, Confidencias, Todo, La Semana Ilustrada), así como en algunas publicaciones de los exiliados republicanos (Euzko Deya, Orfeó Català) y colaboraría en instituciones como El Colegio de México (entre cuyo equipo de profesores e investigadores figuraba en 1950 como ayudante de Josep Maria Miquel i Vergés [1903-1964]). El historiador Miquel i Vergés había solicitado una colaboradora para el Diccionario de insurgentes que llevaba ya tiempo preparando y no lograba terminar, pero finalmente en abril de 1953 la Junta de Gobierno del Colegio de México decidió cancelar la beca y suspender el pago a María José de Chopitea (por cierto: el libro apareció, en Porrúa, en fecha tan tardía como 1969). Su firma puede rastrearse también en publicaciones como el Boletín Bibliográfico publicado por el Departamento de Bibliotecas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, donde dedica por ejemplo un homenaje al del violonchelista catalán Pau Casals con motivo de su visita a México («Presencia de Casals», núm. 150, marzo de 1959) o inicia en el número 157 de la misma publicación (junio de 1959) una serie de artículos sobre los Jocs Florals de la Llengua Catalana. Si bien en 1946 se había naturalizado mexicana y algunas de sus obras son expresión de esa identificación con su nuevo entorno, es evidente que mantuvo también un contacto fuerte con sus raíces culturales.

María José de Chopitea, por José Ramos Castillo.

De 1950 es el primer libro de María José de Chopitea, Lazos de infancia, recopilación de cuentos infantiles impresa a cargo de la autora en los Talleres Isla, precedida de un prólogo del poeta Vicente Echevarría del Prado (1898-1976), con portada de Manuel de Chopitea y decorado con viñetas de José Suárez Olivera, que propició que José Revueltas la definiera como «la escritora de la ternura» y que en 1997 recuperó Factoría Ediciones. Cuatro años posterior es su libro más famoso y reeditado, una extensa novela de gran carga autobiográfica sobre los avatares de los refugiados españoles en Europa, Sola, en este caso en los Talleres Editoriales Unidos, recuperado en los años setenta en Premiá. Y a este seguirían el también muy reeditado ensayo Geishuba (Jardín del Istmo), publicado sucesivamente en Editora Mayo (1960) y Libro Mex (1960 y 1961) y la pieza teatral en tres actos prologada por el dramaturgo Federico S. Inclán (1910-1981) La dictadora (Costa-Amic, 1963), que se basa en un episodio de la vida de Margarita Nelken. No hay noticia de que se estrenara, pero Pedro Gringoire la describe como «en conjunto vigorosa, valiente, llena de sentimiento y sinceridad, de gran acierto psicológico, con profunda temática humana y escrita con agilidad y buen gusto». La obra de Chopitea publicada en volumen se cierra con un texto a medio camino entre el ensayo y la prosa poética: In Memoriam. Tributo póstumo a Luis Octavio Madero, publicado con dibujos de la muralista y fotógrafa mexicana Josefina Quezada (1925-2012) en 1965,  también por Costa-Amic.

Cubierta de la primera edición de Lazos de infancia.

En 1964 su nombre figura entre los miembros fundacionales de la Asociación de Escritores de México (núm. 36), pero no fue hasta finales de la década de los setenta, que Chopitea, que la década anterior había sido secretaria y mecanógrafa del célebre pintor David Alfaro Siqueiros (1896-1974) así como de quien llegaría a ser presidente de Colombia Carlos Lleras Restrepo (1908-1994), entró de lleno en el mundo editorial como fundadora en 1976 de la editorial Premiá, un proyecto en el que se ocupa de la administración y en el que le acompañaban Margarita Millet (gerente general), José Miguel Tola (producción) y el bibliófilo de origen peruano Fernando Tola de Habich (editor), conocido en España por su paso por Barral Editores y por la dirección de Distribuciones de Enlace Mexicana (cuando esta había pasado ya a manos de Labor), acerca de quien escribe Carlos Barral en sus memorias:

Tola había convertido en industria transterrada una granja fortificada en la que antes había criado conejos y vacuno, y así mantenía la editorial en Ciudad de México. Mi hijo Alexis estuvo allí una temporada de aprendiz entre los indios descalzos. Con Tola hubiéramos podido atar en México una parte de nuestros programas y ampliar nuestras complicidades culturales, pero era seguramente un personaje demasiado difícil o podía parecerlo a los demás.

Mayores detalles acerca de la editorial y de Tola dio el escritor mexicano de origen catalán Jordi Soler, tomando como estribo otra fuente importante en este aspecto, el libro Los años del boom, de Xavi Ayén:

En esa venerable editorial leímos, por ejemplo, El buen soldado, de Ford Madox Ford, en la traducción de Sergio Pitol, o Sentimiento del tiempo, de Ungaretti, traducido por Tomás Segovia, o el célebre De lo espiritual en el arte, de Kandinsky, o el tremendamente manoseado, y no siempre bien comprendido Tao Te King. Todos estos libros los editaba Tola en Santa Rita Tlahuapan, con la ayuda de un grupo de campesinos que echaban la mano después de sus faenas agrarias, y de su mujer, Margarita Millet, que había sido secretaria de Carlos Barral en Barcelona y cuyo lugar de nacimiento, Premià de Mar, dio el nombre a la editorial.

La editorial se estrenó en 1977 con la traducción de Los once mil falos, de Guillaume de Apollinaire, con la que se inauguraba también la colección Los brazos de Lucas, destinada a la literatura de contenido sexual y donde se publicaron también El arte de las putas de Moratín y obras de Alfred de Musset, Georges Bataille, D.H. Lawrence y Pierre Louÿs, entre otros. Casi simultáneamente se puso en marcha la colección La Nave de los Locos, con el mencionado Tao Te King, de Lao Tsé, al que seguirían Aurelia, de Gerard de Nerval, Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud, en traducción de Marcos Antonio Campos, Cartas a Teresa, de José Revueltas, etc.

Otras colecciones notables fueron Los Libros del Bicho, destinada a nuevos poetas mexicanos (Alí Chumacero, Efraín Huerta, Raúl Renán), y La Red de Jonás, con una serie destinada al ensayo humanístico (Marco Antonio Campos, Fernando Tola de Habich, Álvaro Quijano) y otra a la literatura mexicana (Margo Glanz, Carlos Montemayor, Vicente Leñero o Sola de Chopitea). En coedición con el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes) publicó también una colección dedicada a la recuperación de textos mexicanos decimonónicos (Manuel Balbotín, Mariano Azuela…).

De 1979 es la primera traducción —muy cuestionada por su excesiva libertad—en la que aparece la firma de Chopitea, El proceso, de Franz Kafka, autor de quien traduciría también El castillo (1982) y La América (1984). Asimismo,  aparece como traductora de El Panóptico (Premiá, 1989), de Jeremy Bentham, con prólogo de Michel Foucault,  y de las obras de August Strindberg (1849-1912) Alegato de un loco (Premiá, 1984), El hijo de la sirvienta (Coyoacán, 1998) y Sólo (Coyoacán, 2002), así como responsable de la revisión y corrección de la traducción de Marco Aurelio Galindo de El agente secreto, de Joseph Conrad (1857-1924). Puede deducirse, dada la edad por entonces de Chopitea, que estos trabajos para la editorial Premiá se extendieron hasta la desaparición de la misma, en 1992, cuando su fondo cayó en manos de Coyoacán (o quizás pasó entonces a colaborar con esta última editorial).

Es de suponer que a estas alturas del siglo XXI José María de Chopitea debe de haber fallecido, pero ninguna de las fuentes consultadas ofrece datos precisos acerca de su muerte, más allá de que se produjo en México y en fecha posterior al año 2000. Un misterio.

Fuentes:

Carlos Barral, Memorias, edición de Andreu Jaume, Barcelona, Lumen, 2015.

Olga Glondys y José Ramón López García, «María José de Chopitea», en Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio-Anejos 30), vol. 2, 2016, pp. 82-83.

Pedro Gringoire, ¡Por Cataluña!, México D.F., Ediciones del Orfeó Català, 1970.

Armando Pereira, coord., Diccionario de literatura, México D.F., Universidad Nacional Autónoma de México-Ediciones Coyoacán, 2004 (2ª ed. corregida y aumentada).

Jordi Soler, «El pirata del boom», Milenio, 1 de septiembre de 2014.