La intermintente presencia de un premio Nobel en la edición en español

Frans Emil Sllianpää.

Al margen de las siempre muy comentadas ausencias (Borges, Graham Greene, Rafael Alberti…), en la impresionante nómina de premiados con el Nobel de Literatura conviven escritores que forman parte poco discutida del canon occidental (Kipling, Tagore, Thomas Mann, Sinclair Lewis, Pirandello, Neruda, Hesse, Faulkner…) con otros apenas recordados y mucho menos leídos (Rudolf Eucken, Wladislaw Reymont, Halldór Naxsess, Shmuel Yosef Agnón, Eyvind Johnson, Harry Martinson, etc.). Frans Emil Sllanpää (1888-1964), que lo recibió entre el de la cosmopolita narradora estadounidense Pearl S. Buck (1892-1973) y el del polifacético escritor danés Johannes Wilhem Jensen (1873-1950) pertenece sin duda a esta segunda categoría, y de hecho su elección tuvo un punto de casualidad, otro de oportunidad y un tercero de conveniencia política. Y hasta el momento de escribir estas líneas, es el único finlandés galardonado con el Nobel de Literatura.

Si bien Sillanpää se dio a conocer en su país ya 1916 con La vida y el sol, ‒en la que es lugar común identificar elementos claramente deudores de otros dos premiados con el Nobel, Maeterlinck y Hamsun‒, la primera traducción al español de su obra que se publicó en forma de libro sea muy probablemente Santa miseria, aparecida en la colección de Prosistas Extranjeros Contemporáneos de la editorial Cénit en 1930, en traducción no firmada (pero atribuida a Manuel G. Santana) y con una ilustración de cubierta de quien por entonces era el director gráfico y artístico de Cénit, Ramón Puyol (1907-1981).

Es muy probable que en la inclusión de una novela de 1919 en una colección dirigida sobre todo al lector popular e ideologizado como la de Cénit tuviera mucho que ver el tema de la obra, que describe con pesimismo y amargura las tremendas masacres de civiles durante la breve pero intensa guerra que en 1918 había enfrentado a los bolcheviques («los rojos») con los conservadores monárquicos («momárquicos») ‒que Sillanpää parece atribuir sobre todo a las desigualdades sociales‒ y que se resolvió con la retirada militar de Rusia de suelo finlandés y el paso de este país a estar bajo la hegemonía alemana. Aun así, otra consecuencia del conflicto fue la disgregación de la izquierda finlandesa en tres sectores: los socialdemócratas moderados, los socialistas de izquierda y los comunistas prosoviéticos.

Contra la abundancia de autores que tras su derrota se encarnizaron con el comportamiento de los rojos durante la guerra (Ilmari Kianto, Eino Leino, Joel Lehtonen, Veikko Koskenniemi), a la novela de Sillanpää la singulariza la visión ecuánime, comprensiva y de simpatía hacia éstos, lo que le ganó temporalmente el favor de los socialistas, sin que ello le restara apoyo entre la crítica literaria más conservadora. Sin embargo, a principios de los años treinta esto estaba a punto de cambiar, señalando la crítica marxista como inadmisible que el protagonista fuera un campesino rojo holgazán y miserable. Así pues, Santa miseria llegó a España en un momento clave, que explicaría tal vez, añadido al silencio que como escritor mantuvo Sillanpää, que su obra no volviera a recuperarse hasta una década después.

En este intervalo, en 1939, fue cuando se le concedió a Sillanpää el Premio Nobel de Literatura, en una convocatoria en la que los principales candidatos al galardón eran el dramaturgo belga de expresión neerlandesa Stijn Streuvels (1861-1969), el filósofo e historiador neerlandés Johan Huizinga (1842-1945), que acababa de publicar el impresionante Homo Ludens (1938), y el escritor alemán Hermann Hesse (1877-1962), que ya había sonado como ganador el año anterior. En ese momento, premiar a un autor nacido y residente durante muchos años en el Imperio alemán, por mucho que por entonces viviera en la neutral Suiza, planteaba sin duda una situación incómoda tanto para el jurado como, sobre todo, a la diplomacia sueca, cosa que propició, gracias en buena medida al papel de la entonces octogenaria escritora sueca y miembro del jurado Selma Lagerlöf (1858-1940), que el galrdón se lo llevara Sillanpää.

Hasta enero de 1942, pues, no vuelve a publicarse una obra de Sillanpää, en ese caso en Buenos Aires y en la colección de Grandes Novelas de Nuestra Época que Guillermo de Torre (1900-1971) dirigía para la editorial Losada. El título elegido fue Silvya, publicada originalmente en Finlandia en 1931 y publicada en Argentina en una edición en rústica y en traducción firmada por Luis Echávarri (luego célebre por sus traducciones de Henry Miller y del teatro de Ionesco, entre otras). Tal vez este detallado estudio psicológico de una muy modesta y joven campesina sea la obra más conocida y traducida de Sillanpää.

Tres años después aparecía en Barcelona en la colección Nórdica de la editorial del falangista Luis de Caralt (1916-1994), con el título Silja: un breve destino de mujer (1945), encuadernada en tapa dura y con el texto traducido por Fabricio Valserra.

Del mismo año son las ediciones de La vida y el sol, traducida por Carolina D’Antin Sutherland, y La vida ignorada, en versión de y G. y L. Gossé, publicadas ambas en la colección Alborada de la editorial barcelonesa Selecciones Literarias y Científicas. No aparece fecha de impresión en otra edición en tapa dura de la primera de estas traducciones, con el título de su protagonista, Kyyli Korkee, en una empresa identificada solo como Editorial Libros y Revistas e impresa en Gráficas Espejo; podría ser de entre 1947 y 1956.

Sí está clara y legalmente fechada, en enero de 1956, la edición en Aguilar de un volumen titulado Novelas esogidas que contiene las ya mencionadas Siljia, La vida y el sol y La vida ignorada, a las que se añaden traducciones de A ras del suelo, El camino del hombre, Noches de estío y Bellezas y miseras de la vida, que según augura con entusiasta ilusión el escritor y sindicalista Cástulo Carrasco (1910-1985) en el prólogo, «coadyuvarán a que el nutrido grupo de admiradores que el escritor finés tiene en todo el mundo se vea engrosado en unos cuantos miles de lectores españoles e hispanoamericanos». Además de emplear las ya previamente publicadas, las nuevas traducciones las firman F. Caballero y M. Chamorro, pero no consta que se editaran sueltas y no se reimprimió este volumen hasta 1962.

La dedicación de Josep Janés (1913-1959) a la literatura escandinava y nórdica en general venía ya de lejos, y ya en los Quaderns Literaris (1934-1938), además de al danés Hans Christian Andersen (1805-1895), había publicado al noruego Bjørnsterne Bjørnson (1832-1910) y al finlandés Zacharias Topelius (1918-1898), y a mediados de los cincuenta Janés señalaba al también finlandés Mika Waltari (1908-1979) como uno de los dos escritores de mayor éxito de cuantos había publicado (el otro era el francés Maxence van der Meersch); además, dio a conocer la novela del también finlandés Aleksis Kivi (1834-1972) Los siete hermanos (1951), años más tarde retraducida y publicada en español en Alfaguara (en 1988) y al gallego en Rinoceronte (en 2014). Poco después del fallecimiento del editor barcelonés y del paso de su fondo a manos de Germán Plaza, se publicó el séptimo volumen de su colección Premios Nobel de Literatura (en 1960), en el que la presencia de obras de Juan Ramón Jiménez y Hermann Hesse probablemente hiciera sombra a las que se incluyeron en el mismo tomo del alemán Theodor Mommsen (1817-1903), el italiano Giosuè Carducci (1835-1907) y Sillanpää, de quien se incluían las novelas ya mencionadas Silja y La vida y el sol.

En un ejemplo de reciclaje editorial, ese mismo año se publicaba bajo el sello G.P. (Germán Plaza) un volumen en rústica que contenía La avenida de los sauces, de Lewis Sinlcair; Puck, de Kipling, y La vida y el sol, que se reimprimió en diversas ocasiones, y otro volumen con ¡Desciende, Moisés!, de Faulkner, En el campo, de Ivan Bunin, y Silja, de Sillanpää, que también se reimprimió por lo menos en una ocasión.

Luego hubo que esperar hasta los años ochenta para que algunas de sus obras fueran reimpresas o recuperadas, en ocasiones (novedad) en nuevas traducciones directas del finés.

«El público» de Federico García Lorca y su azarosa historia editorial

Resulta asombrosa la cantidad de años que pasaron entre el asesinato del artista multidisciplinar que fue Federico García Lorca (1898-1936) y el momento en que se pudo tener acceso a su obra literaria completa, si bien por el camino se publicaron compendios que se pretendían y presentaban como tales.

Federico García Lorca.

Al margen de poemas de juventud que en su día el poeta prefirió no publicar y de los textos y entrevistas que pudieran quedar dispersos en publicaciones periódicas, más interesantes parecen los casos de las obras teatrales Yerma,  La casa de Bernarda Alba (publicada en Losada en 1945 por iniciativa del editor español Guillermo de Torre y estrenada en el Teatro Avenida de Buenos Aires ese mismo año), Así que pasen cinco años y, sobre todo, El Público, cuya primera edición tardó muchos años en estar a disposición de sus lectores, si bien unos breves pasajes se habían publicado ya en junio 1933 en el tercer número de la revista Cuatro Vientos (pp. 61-78), con la indicación «De un drama en cinco actos» que durante mucho tiempo se dio por inacabado o por perdido. Es más, a partir de la correspondencia entre Dámaso Alonso y Jorge Guillén, el lorquista Antonio Monegal reconstruye un proyecto de publicación de la obra en la editorial Signo, que quedó en el aire debido a que un viaje a la Argentina impidió a Lorca llegar a firmar el contrato.

Rafael Martínez Nadal.

En la revista mexicana Residencia, Rafael Martínez Nadal (1903-2001) publicó en 1963 un importante y polémico artículo titulado «El último día de Federico García Lorca en Madrid» en el que cuenta la jornada que pasó con Lorca ante la inminencia del golpe de Estado de julio de 1936, y cómo el poeta, antes de viajar a Granada, le entregó una serie de papeles personales con instrucciones de destruirlos si le pasaba algo, y entre los que se encontraba el único manuscrito conocido de El Público, que ha sido objeto de enrevesados debates acerca de si le falta o no un cuadro. A su vez, Martínez Nadal puso en manos de un amigo el manuscrito y no lo recuperó hasta 1958, cuando se encontraba ya exiliado en Londres. Ya entonces proyectó una edición facsímil y mostró el manuscrito a la familia Lorca, en particular a su hermano Francisco García Lorca (1902-1976), pero este se opuso, al parecer con la esperanza de localizar una versión más definitiva de la obra (de cuya existencia tampoco había datos fiables).

La aparición de ese artículo en México debió de desatar todo tipo de pesquisas para publicarlo, y uno de los que se puso a ello fue el grafómano y editor Max Aub (1903-1972), que por entonces había puesto en marcha una original y espléndida revista internacional, Los Sesenta, cuyo propósito era publicar inéditos sólo de autores que hubieran cumplido cuanto menos esa edad, y entre los que se contaron a Juan Ramón Jiménez (1881-1958), León Felipe (1884-1968), Américo Castro (1885-1972), Julio Torri (1898-1970), Vicente Aleixandre (1898-1984), André Malraux (1901-1976), Ramón J. Sender (1901-1982), Rafael Alberti (1902-1999), Salvador Novo (1904-1974), Manuel Altolaguirre (1905-1959), etc.

Un auténtico lujo, la revista Los Sesenta, que se publicaba en los años sesenta y en la que sólo podían colaborar quienes hubieran cumplido esa edad (cosas de Max Aub y su sentido del humor).

Lo primero que intentó Max Aub fue recabar información a través de su amigo Esteban Salazar Chapela (a quien escribe al respecto en octubre de 1964), que al igual que Martínez Nadal se encontraba exiliado en Londres, así como del propio Martínez Nadal, de quien recibe respuesta en diciembre de ese mismo año y a quien en el cuarto número de Los Sesenta publicó «Dos viñetas» acerca de Unamuno.

Arturo del Hoyo.

Salazar Chapela, después de abordar directamente el tema con Martínez Nadal, informa a Aub de que el crítico no deseaba que la obra se incluyera en las Obras completas de Lorca –que venía preparando Arturo del Hoyo (1917-2004) en Aguilar a partir de las ediciones de Losada– porque la consideraba una versión no definitiva, deficiente, y que, puesto que esa editorial tenía por contrato (desde mayo de 1952) derecho a publicar cualquier obra que saliera a la luz del escritor granadino, estaba dispuesto a esperar a que ese contrato venciera.

Sin embargo, hay testimonios también de que en los círculos literarios del exilio republicano se rumoreaba acerca de otras motivaciones, que resultan también bastante plausibles. En la entrevista que Max Aub mantuvo con Rafael Alberti mientras preparaba lo que debía ser su biografía del cineasta Luis Buñuel, le preguntó con falsa ingenuidad si él creía que El Público existía realmente, a lo que Alberti responde que él cree que si Francisco García Lorca no autoriza su publicación es simplemente porque la obra es expresión inequívoca de la homosexualidad de su hermano, razón que, en la misma entrevista, Aub da por buena.

Sin embargo, en la misma extensa carta de diciembre de 1964 ya aludida, Martínez Nadal ofrece a Aub la posibilidad de cederle un texto que está preparando sobre El Público, si puede publicarlo antes de que aparezca en Inglaterra. Según dice, este estudio exige largas y abundantes citas de la obra, lo que confía en que obligue a los hermanos de Federico, o bien a autorizar la edición íntegra del manuscrito, o bien a publicar la edición íntegra si ésta realmente existe. El caso es que cuando Martínez Nadal estuvo en disposición de mandar a México el primer capítulo de su estudio, en 1968, Los Sesenta había desaparecido.

Aun así, Aub no se había quedado de brazos cruzados al respecto, y el 30 de marzo de 1965 había escrito directamente a Francisco García Lorca para tantearlo y, además de pedirle alguna colaboración para la revista, le dice: «Supongo que es inútil preguntarte si tienes algún inédito de Federico».

Como es bien sabido, este silencio se rompió en 1970 con la publicación del libro de Martínez Nadal «El Público». Amor, teatro y caballos en la obra de Federico García Lorca, que editó lujosamente en Gran Bretaña el exiliado catalán Joan Gili i Serra (1907-1998) en sus Dolphin Books Co. (que publicaron otros facsímiles de autógrafos de García Lorca en los años siguientes, preparados también por Martínez Nadal), y apenas pasaron cuatro años antes de que se publicara en México, gracias a la editorial Joaquín Mortiz, «El Público». Amor y muerte en la obra de Federico García Lorca, que era una versión corregida, ampliada y más asequible de la edición de Doplhin.

La primera edición destinada al gran público corrió a cargo de nuevo de Martínez Nadal y se ocupó de ella Seix Barral en marzo de 1978, en la que El Público aparecía acompañada de la inacabada Comedia sin título, según se indica, con «introducción, transcripción y versión depurada por Rafael Martínez Nadal y Marie Laffranque [1921-2006]»

No obstante, mayor fortuna comercial tuvo la edición que María Clementa Millán preparó para la colección Letras Hispánicas de Cátedra, casi inmediatamente después de que la revista Cuadernos de El Público dedicara un número monográfico a esta obra lorquiana con contribuciones de Ángel García Pintado, Ian Gibson, Ángel Sahquillo, Juanjo Guerenabarrena, Rafael Martínez Nadal y la propia María Clementa Millán. Es significativo en este caso que en Cátedra se eligiera como ilustración de la cubierta un dibujo coloreado del propio García Lorca, «Hombre y joven marinero», fechado en Nueva York  entre 1929 y 1930 y perteneciente a la colección personal de Camilo José Cela, porque a Clementa Millán debemos la catalogación y estudio de buena parte de la obra gráfica lorquiana, de la cual se intercalan también algunos otros ejemplos en el interior del libro.

Dos años después se incluyó como número 32 en la Colección Teatral de Autores Españoles de la Biblioteca Antonio Machado de Teatro, y en los años sucesivos se publicó en compañía de otras obras de García Lorca, más o menos pertinentes (en 1993, por ejemplo, Derek Harris preparó como número 32 de la colección Clásicos Taurus una edición muy divulgada que incluía el Romancero gitano, Poeta en Nueva York y El Público).

Tal vez las últimas ediciones importante de esta serie sean la preparada por Miguel García Posada para su inclusión en el segundo volumen de las Obras completas de Lorca (desde luego, bastante más completas que las de Aguilar) que coeditaron Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores en 1997, y la del mencionado Antonio Monegal para Alianza en el año 2000, que pone título a la conocida hasta entonces como Comedia sin nombre: Sueño de la vida.

Fuentes:

María José Blas Ruiz, «Las obras completas de Federico García Lorca en Aguilar», Blog Antigua Editorial Aguilar, 5 de junio de 2013.

Mariano de Paco, «El teatro en las revistas de vanguardia: Los Cuatro Vientos», Monteagudo, núm. 7 (2002), pp. 115-124.

Federico García Lorca, El Público, edición de María Clementa Millán, Madrid, Cátedra (Letras Hispánicas 272), 1987.

Ian Gibson, «El insatisfactorio estado de la cuestión», Cuadernos de El Público, núm. 20 (enero de 1987), pp. 12-17.

Rafael Martínez Nadal, «El público»: Amor y muerte en la obra de Federico García Lorca, edición de Enrique Ortiz Aguirre, Comunidad de Madrid, 2019.

Josep Mengual, «Historia de “un maduro Litoral”: Los Sesenta», en Cecilio Alonso, coord., Max Aub y El laberinto español, Ajuntament de València, 1996, vol. 2, pp. 715-724.