Germán Arciniegas y sus Ediciones Colombia

Del ensayo de Germán Arciniegas (1900-1999) Biografía del Caribe se ha escrito que fue el libro de autor latinoamericano más difundido internacionalmente hasta la publicación de Cien años de soledad, y tiene su punto de paradoja escribir en una misma frase el título de dos obras tan distintas, más allá de que los autores de ambas fueron colombianos que se iniciaron en el periodismo. La distancia entre uno y otro quedó bien establecida por Arciniegas, quien en su discurso de ingreso en la Academia Colombiana de la Historia explicó que «la buena historia tiene gusto de novela», pero añadió en su ya clásico El continente de los siete colores (1965) que a los latinoamericanos no les es preciso recurrir a la imaginación para escribir novelas, pues les basta con su historia. Como ha escrito Jorge Orlando Melo, las primeras obras de Arciniegas ya «se inscribían en la tradición de historia que buscaba ser amena y atractiva para los lectores, ya insinuada por Joaquín Tamayo y Tomás Rueda Vargas, pero con herramientas de calidad muy superior».

Pero dejando al margen la única incursión de Arciniegas en la novela (En medio del camino de la vida, Sudamericana, 1949) y su capacidad narrativa y humorística al exponer la historia de América, Margarita Valencia destaca a Arciniegas, junto a Jorge Roa y Arturo Zapata, como uno de los «tres nombres que señalan el comienzo de la actividad editorial colombiana» en el tránsito del siglo XIX al XX, quizás en buena medida porque es de los primeros en establecer una distinción muy clara entre la labor propia de un impresor y la más selectiva y propiamente intelectual de un editor.

La vocación de Arciniegas como editor es ciertamente muy temprana, y ya mientras cursaba el quinto año de bachillerato, en 1916, puso en marcha en el seno de la Escuela Nacional de Comercio una primera iniciativa de vida breve, la revista Año quinto, que le sirvió de campo de pruebas.

Carlos Pellicer.

Al año siguiente, cuando él mismo contaba diecisiete, creó Voz de la juventud, el periódico que Antonio Cacua Prada describe como «una gaceta de medio pliego, en papel periódico y en forma quincenal, de ocho páginas», que se ocupaban de imprimir los talleres del periódico conservador La sociedad. Desde esta cabecera se difundió el proyecto de crear la Federación de Estudiantes, y en la que acompañaron a Arciniegas el luego célebre cirujano y ministro Luis López de Mesa (1884-1967), el más tarde ensayista Hernando de la Calle (1908-1966), el poeta Rafael Maya (1897-1980), el luego historiador y novelista Enrique Caballero Escobar (1910-¿?)  y el más tarde presidente del país Carlos Lleras Restrepo (1908-1994), además de contar con la colaboración de los poetas León de Greiff (1895-1976), Germán Pardo García (1902-1991) y Jorge Zalamea (1905-1969), el ilustrador Ricardo Rendón (1894-1931), el historiador español Rafael Altamira (1866-1951) y el escritor mexicano Carlos Pellicer (1897-1977), entre otros.

Ramon Vinyes i Cluet.

Aún hubo un proyecto que no llegó a buen puerto de publicar una revista de la que se conoce poco más que el título, Nihil, antes de que con Julio González Concha como administrador lograra poner en pie otra cabecera importante, Universidad, que en una primera etapa imprime a dos tintas la Editorial Minerva entre el 14 de febrero de 1921 y el 20 de abril del año siguiente y en la que destacan como colaboradores, junto a algunos de los ya mencionados, como Pellicer, los nombres de los también mexicanos José Juan Tablada (1871-1945) y José Vaconcelos (1882-1959), así como el del librero y escritor catalán Ramon Vinyes (1882-1952), a quien García Márquez inmortalizaría en Cien años de soledad. Caricaturistas como Rendón ilustraban esta publicación de periodicidad quincenal que logró distribuirse por los centros universitarios de todo el país y que contó con corresponsales en Ecuador, España, Estados Unidos, México y Perú.

Imagen de Juana Ibarbourou.

Con el inicio del año 1925 arranca la primera iniciativa de Arciniegas de publicar libros, y con el sello Ediciones Colombia se estrena con un volumen inequívocamente titulado Poemas, que incluye obra de la chilena Gabriela Mistral (1889-1957), las uruguayas Juana de Ibarbourou (1892-1979) y Delmira Agustini (1886-1914) y la argentina Alfonsina Storni (1892-1938). En realidad, este volumen quizá no resulta muy representativo de lo que sería a la larga el catálogo de Ediciones Colombia, pues la intención declarada era mostrar «la más selecta producción literaria colombiana», concediendo espacio al legado modernista pero también a escritores jóvenes colombianos, si bien cultivadores de géneros diversos entre los cuales algunos próximos al periodismo (como el cuadro de costumbres o la crónica).

Germán Arciniegas.

La colección es sobre todo representativa de esa transición de la publicación seriada propia de periódicos y revistas a la edición de libros, pues tras el texto de la obra, que suele ocupar poco menos de doscientas páginas, se incluyen cuarenta más que, bajo el título «El Suplemento. Literatura. Crítica. Informaciones», tiene los rasgos propios de una revista de actualidad cultural. Al parecer, la publicidad incluida en estas páginas, añadida a los ingresos por suscripciones, debía contribuir a sustentar la empresa, pero este sistema no acabó de funcionar como se esperaba.

Quien más y mejor ha analizado esta editorial, Paula Andrea Marín Colorado, describe sintéticamente los volúmenes del siguiente modo: «en rústica (carátula en cartulina), carátula a una tinta (o, eventualmente, a dos), sin ilustraciones, papel Edad Media (importado de España), precio de $0.50, tiraje no superior a quinientos ejemplares y formato pequeño (17×13 cm, por lo general)». Para los seis primeros Arciniegas recurrió a los servicios de la Editorial Minerva, que se había ocupado de los números de Universidad, pero Los poetas de América, en el que se recoge obra del uruguayo Julio Herrera y Reising (1875-1910), el argentino Leopoldo Lugones (1874-1938) y el mexicano Enrique González Martínez (1871-1952), aparece ya impreso bajo la responsabilidad de Linotipo de Arciniegas y Mazuera, la empresa que acababa de crear con Fernando Mazuera como socio y que no tardaría en adoptar el nombre de Talleres de Ediciones Colombia.

Tomás Carrasquilla

El siguiente título de Ediciones Colombia, la novela breve de Tomás Carrasquilla (1858-1940) El Zarco, se había publicado ya por entregas en el periódico de Medellín El Espectador entre el 17 de abril y el 14 de junio de 1922, además de haber aparecido en mayo un fragmento en Sábado. Revista Semanal. Así pues, se trataba de la primera edición en volumen de una obra ya conocida por los lectores habituales de literatura, y de un autor que ya se había granjeado el favor de la crítica con cuentos como «Simón el Mago» (1890), «En la diestra de Dios padre» (1897), «El ánima sola» (1898) o «San Antoñito» (1899), y sobre todo con su primera novela, Frutos de mi tierra (Librería Nueva, 1896), pero que acabaría por triunfar con una novela publicada poco después que El Zarco, La marquesa de Yolombó (A. J. Cano, 1927).

Al mismo autor le publicaría Arciniegas ya en 1926 y como volumen 13 dos novelas breves más, Ligia Cruz y Rogelio.

Otro autor interesante que hizo fortuna con esta editorial fue el periodista y diplomático José Restrepo Jaramillo (1896-1945), cuya importancia como renovador de la narrativa colombiana, acaso por el peso de La Vorágine (1924) de José Eustasio Rivera (1888-1928), ha quedado un poco ensombrecida.

José Restrepo Jaramillo.

Al poco de abrirse la década, Restrepo Jaramillo había iniciado en prensa ‒en Caminos, de Barranquilla, y en Sábado y El Correo, de Medellín, ‒ una prolífica carrera como cuentista jalonada de aciertos («Pepino» se publica originalmente en 1922; «El empleado público» e «Hijos del dolor» en 1922; «Vidas» en 1923; «Horas», «El cuento de mañana» y «Mi tío ha muerto» en 1925, y de 1926 son «El inocente» y «Viaje de una noche de verano», por ejemplo).

Sin embargo, es con uno de los textos recogidos en el volumen colectivo de Cuentos publicado por Ediciones Colombia en 1925 que Restrepo Jaramillo se da a conocer a nivel nacional, «Roque». En este libro, publicado en 1925 como segundo número, el nombre de Restrepo Jaramillo se añadía a los de Efe Gómez, Luis Tablanca, Enrique Otero D’Costa, José Alejandro Navas, Manuel García Herreros, y Enrique Restrepo.

Mayor importancia incluso tuvo la publicación en 1926 de La novela de los tres y varios cuentos (siendo estos «Vidas», «León Mútilo», «Otro que se fue», «El cuento de mañana», «Horas», «Anoche», «El intruso» y «En la bifurcación»), pues convierte en tema mismo de la obra la ruptura con el realismo literario decimonónico y la renovación de la narrativa colombiana sirviéndose de tres personajes, uno de los cuales es escritor con una novela en marcha. No era nuevo el protagonismo de la escritura en la narrativa de Restrepo Jaramillo (lo era ya en «Psicopatía» y «Otro que se fue» y asociado en ambos casos al suicidio), pero en La novela de los tres el tema es tanto la creación literaria misma como la pugna entre los tres personajes por hacerse con control de lo escrito. Es evidente que, en su contexto, la publicación de La novela de tres por parte de las Ediciones Colombia era una apuesta por la modernización de la narrativa literaria del país.

Germán Arciniegas.

Ya desde el primer momento la editorial de Arciniegas alternó los nombres ya bien conocidos de la literatura latinoamericana con algunas apuestas más arriesgadas, pero esto no bastó para prolongar la vida de la empresa hasta más allá de 1927, dejando un catálogo de veintisiete títulos (véase el Anexo), al margen de otros treinta y ocho sin numerar que corresponden a libros elaborados por los Talleres de Ediciones Colombia pero nada tienen que ver con la labor de Arciniegas como editor.

Anexo: Títulos de la colección Ediciones Colombia:

1925:

Poemas (Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini y Alfonsina Storni).

Cuentos (Efe Gómez, «En la selva» y «Lorenzo»; Luis Tablanca, «La muchacha campera»; José Restrepo Jaramillo, «Roque»; Enrique Otero D’Costa, «La muerte de Juan Manuel» y «El cacique Salomón»; José Alejandro Navas, «El apólogo del rayo», «El doctor Bartolossi, loco» y «M. y Mme. D’Artigny»; Manuel García Herreros, «Inquietud adorable… Fecunda inconformidad» y Enrique Restrepo, «La parábolda de la fortuna»).

Versos (Guillermo Valencia, Victor M. Londoño, Guillermo Hispano y Max Grillo y prólogo de Rafael Maya).

Armando Solano, Glosario sencillo.

Laureano García Ortiz, Conversando.

Cuadro de costumbres. (Varios autores)

Los poetas de América (Julio Herrera y Reising, Leopoldo Lugones y Enrique González Martínez)

Tomás Carrasquilla, El zarco.

Alejandro Mesa Nicholls, Abandono. Nubes de ocaso. Juventud. Dramas.

Tomás Rueda Vargas, Pasando el rato.

Enrique Restrepo, El tonel de Diógenes.

El libro del veraneo (cuentos, cuadros de costumbres y crónicas de José Manuel Gorot, Eduardo Castillo, José Alejandro Bermúdez, Daniel Samper Ortega. Alberto Sánchez, Gabriela Mistral, Joaquín Emilio Jaramillo, Alfonso Gómez, Gabriel Vélez, Hawthorne, Dostoievski, O. Henry y Lenotre).

1926:

Tomás Carrasquilla, Ligia Cruz. Rogelio. Dos novelas cortas.

Roberto Boterro Saldarriaga, En las tierras del oro. Tradiciones y cuentos de Antioquía.

Antonio Gómez Restrepo, Literatura colombiana.

Ricardo Lleras Codazzi, Las conversaciones de Papá Rico.

L. E. Nieto Caballero, Los hombres de fuera.

Historia natural de los fantasmas. Crónicas y supersticiones de Santa Fe de Bogotá. (Varios autores)

José Restrepo Jaramillo, La novela de los tres y varios cuentos.

Antonio Gómez Restrepo, Bogotá. La literatura colombiana a mediados del siglo XIX. Dos ensayos.

Ecco Neli, Cuentos escogidos.

Baldomero Sanín Cano, Indagaciones e imágenes.

José Asunción Silva, Prosas.

1927:

Monseñor M. R. Carrasquilla, Oraciones fúnebres I.

Monseñor M. R. Carrasquilla, Oraciones fúnebres II.

Rafael Maya, El rincón de las imágenes (cuentos y poemas en prosa).

Marco Fidel Suárez, El libro de oro.

Fuentes:

Anónimo, «Germán Arciniegas y su Biografía del Caribe», Correo de las culturas del mundo, 1 de marzo de 2011.

Antonio Cacua Prada, Historia del periodismo en Colombia, Bogotá, Fondo Rotatorio Policía Nacional, 1968.

Juan Gustavo Cobo Borda, «Los libros de Arciniegas», Cuadernos Hispanoamericanos, núm 596 (febrero 2000), pp. 107-118.

Luis Horacio López Domínguez, «Arciniegas, periodista y editor», Revista Credencia Historia, núm. 131 (noviembre de 2000), pp. 10-12.

Paula Andrea Marín Colorado, «Germán Arciniegas, editor: Ediciones Colombia (1925-1927)», en Un momento en la historia de la edición y la lectura en Colombia (1925-1954). Germán Arciniegas y Arturo Zapata: dos editores y sus proyectos, Bogotá, Editorial Universidad del Rosario, 2017, pp. 1-33.

Paula Andrea Marín Colorado, «Semblanza de Ediciones Colombia (1925-1929)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2017.

Javier Ocampo López, «Maestro Germán Arciniegas. El educador, ensayista, cuturólogo e ideólogo de los movimientos estudiantiles en Colombia», Revista Historia de la Educación Latinoamericana, núm. 11 (2008), pp. 13-58.

Ángela Rivas Gamboa, «Un estudiante maestro», Historia Crítica (Universidad de Los Andes), núm. 21 (enero-junio de 2001), pp. 7-26.

Margarita Valencia, «La edición en Colombia», Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2017.

Serge I. Zaïtzeff, «El joven Arciniegas a través de su correspondencia con Carlos Pellicer», Historia Crítica (Universidad de Los Andes), núm. 21 (enero-junio de 2001), pp. 71-75.

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