Del polifacético Álvaro Arauz (1911-1970) suelen destacarse sus facetas como dramaturgo, crítico y director de teatro, o incluso las de traductor de literatura francesa y periodista cultural, pero también es difícil exagerar la importancia que tuvo como difusor y promotor del arte teatral en México a través de la edición de libros.
Se dio a conocer como poeta en el círculo de la revista Isla con 33 canciones (1929) y más tarde con la publicación en la editorial Plutarco de Voz y cuerda (1935), a la que seguiría ya durante la guerra civil española Madrugada de cal, publicada por la barcelonesa Catalonia en 1938. Sin embargo, en los años treinta quizás Arauz despertó mayor atención debido a la preparación de una obra coordinada por el director de la revista Isla, Pedro Pérez Clotet, titulada Antología parcial de poetas andaluces. 1920-1930 (publicada en la colección de la mencionada revista gaditana y de la que se tiraron quinientos ejemplares), pues en algunos casos se interpretó como una reivindicación del origen andaluz de buena parte de los poetas de la generación del 27 y de los que se movían en sus aledaños.
Quizá menos conocidas sean sus primeras incursiones en el ámbito de la traducción ya durante los primeros años de los años treinta, concretamente en una serie titulada Documentos de la nueva Rusia, publicada con el sello de Imprenta y Editorial Castro. Ya al principio de esa década, la Castro, ubicada en Carabanchel Bajo, había pasado de publicar literatura sentimental, folletinesca y de aventuras (que incluso servía a domicilio y por suscripción y ofreciendo la opción de encuadernar los volúmenes), a difundir a precios muy reducidos a los pujantes autores de lo que se dio en llamar literatura social, como por ejemplo Joaquín Arderíus (1885-1969), Fermín Galán (1900-1930), Alicio Garcitoral (1902-2003) o Hildegart (1914-1933). Ya en los años treinta aparece Arauz acreditado como autor de algunas traducciones, como es el caso de Cinco aspectos de la nueva mujer (Imprenta y Editorial Castro, 1933), El seguro obrero y los despidos en la URSS, de Désider Bokanyi, A. Isaev y E, Zetcuskaya (publicado en esa misma edición en Chile por la editorial Ercilla) y Un mes con los niños rusos, de Célestin Freinet (1896-1966).
El resultado de la guerra le llevó originalmente a Francia y posteriormente, en 1942, a México, donde desarrolló el grueso de su intensa labor creativa. Del año siguiente son ya La guerra al día, publicada por la Sociedad Mexicana de Publicaciones, y título también de un programa diario que conducía Arauz en la cadena Radio Nacional en el que comentaba la situación bélica en Europa. Aún de 1943 es el breve Sobre El Greco, Goya y Picasso, en Tenochtitlán, editorial para la que luego traduciría Juana de Arco en la hoguera (1945), de Paul Claudel (1868-1955).
Un tiempo después, en 1948, aparecen tres traducciones firmadas por Arauz en las que es posible que pueda identificarse el origen de su labor como editor de textos teatrales: A puerta cerrada y La prostituta respetuosa, de Jean Paul Sartre (1905-1980), y ya al año siguiente Entre camaradas, de Colette, englobadas todas ellas en una Colección de Teatro Francés Contemporáneo, con «Taller de El Libro Perfecto» por todo pie editorial. Teniendo en cuenta que con ese mismo pie se publicaron libros muy heterogéneos y muy espaciada e irregularmente –el poemario en prosa El mayab resplandeciente (1940), de José Díaz Bolio (1906-1998); las Actas del Primer Congreso Antifascista en México (1942); el Código Militar de la República de Guatemala (1951); Espérame en Siberia, vida mía (1952), de Enrique Jardiel Poncela…– , es posible aventurar como hipótesis que quizá se tratara de ediciones de autor, y que fue el modo en que Arauz pudo dar salida a unas traducciones cuyos derechos, por algún camino, consiguió más o menos directamente del propio Sartre. Es sólo una hipótesis, pero como jefe de prensa en la embajada de Francia en México que era, no parece que ese camino tuviera que ser complicado en exceso. Muy poco después, además, la editorial Cicerón publicaba un volumen de Teatro de Jean Paul Sartre, en 1949, que incluía las dos traducciones de Arauz, así que posiblemente se aseguraba de sacarles rendimiento.
En cualquier caso, el primer proyecto editorial que sabemos fehacientemente que Arauz pone en pie fue la Colección de Teatro Contemporáneo, que muy significativamente publica ya en 1951 Las bocas inútiles, de Simone de Beauvoir (1908-1986), en traducción del propio Arauz, y a la que más tarde se irán añadiendo La función de despedida (1952), del mexicano Rodolfo Usigli (1905-1979), la Yerma (1952) del español Federico García Lorca (1898-1936) y, ya más adelante, La guerra de los hijos de la luz (1958), del israelí Moshe Shamir (1921-2004), en traducción directa del hebreo de Isaías Austri-Dunn (traductor de Neruda al yidish) en colaboración con el dramaturgo mexicano Wilberto Cantón (quien en 1956 había publicado en la misma colección Escuela de cortesanos), y la traducción del propio Arauz de La cantante calva (1958), de Eugene Ionesco (1909-1994).
Poco posteriores y de trayectoria simultánea son las otras seis en que Arauz figura como director: Colección Teatro Español, Colección Teatro Mexicano, Colección Teatro Universal, Colección Teatro de Bolsillo, Colección Temas Teatrales (destinada al ensayo) y lo que parece haber sido una efímera Colección Teatro Mexicano en el Extranjero (donde en 1969 se publicó el ensayo El mito de pigmalión en Shaw, Pirandello y Solana, de Alyce de Keuhne).
Inicialmente, y durante buena parte de la década de los cincuenta, la producción de los libros corrió a cargo de los Talleres Gráficos de la Editorial Helio, como es el caso por ejemplo de los primeros títulos de la Colección Teatro Mexicano, que se estrenó con Estrella que se apaga (1953), de Rafael Solana (1915-1992) y al que siguieron, en orden de aparición, Hidalgo (1953), de Federico S. Inclán (1910-1981), Los Signos del Zodíaco (1953), de Sergio Magaña (1924-1990), Doña Beatriz (1954), de Carlos Solórzano (1919-2011), Lorenzo (1954), de Dagoberto de Cervantes (1914-1967) –recordado sobre todo por sus doblajes para Disney pero traductor también de Stanislavski (Un actor se prepara)–, Las Islas de Oro (1954), de nuevo de Solana, El Solterón, de Xavier Villaurrutia (1903-1950) y Primero es la luz (1955), del exbrigadista en la guerra civil española Juan Miguel de Mora (1921-2017).
Como se advierte enseguida en este somero repaso, la colección destinada a la dramaturgia mexicana acoge a escritores de diversas generaciones y estéticas. Además de a Villaurrutia, Arauz publicó a otro de los componentes del grupo de Los Contemporáneos, Salvador Novo, si bien en ese caso lo hizo en la Colección Teatro de Bolsillo (Cuathémoc, en 1968). De entre los dramaturgos del llamado Nuevo Ciclo, Arauz publicó en esta misma colección, al margen de a Magaña, a Emilio Carballido (Nueve obras en un acto, 1957) y a Carlos Prieto y Carlos Solórzano, que compartieron el volumen Dos obras (1957), El crucificado y El lepero, respectivamente, o María Josefina Hernández, a quien incluyó en la cuarta antología de obras en un acto, mientras que a otros, como Héctor Azar, los publicó en la de Teatro de Bolsillo (Higiene de los placeres y de los dolores, 1968). No obstante, como es lógico, los autores más representados son aquellos que en esa década estaban ocupando los escenarios mexicanos, como es el caso también de Miguel Barbachano Ponce (Las lanzas rotas, 1959), Luis G. Basurto (Los reyes del mundo, 1959) o el ya mencionado Wilberto Cantón (Malditos, 1959), a quien además de la mencionada Escuela de cortesanos (1956) más tarde publicaría un volumen con su Teatro breve (La niña de cristal, El juego sagrado, 1968).
Caso significativo es la inclusión en esta serie de teatro mexicano de la dramaturga nacida en Barcelona Maruxa Vilalta (1932-2014), que si bien colaboró con publicaciones del exilio en catalán como Pont Blau o Xaloc, se integró plenamente como directora escénica y dramaturga en el panorama teatral de su país de acogida (donde además ocupa un lugar muy destacado). La obra elegida en este caso fue la adaptación dramática de su novela Los desorientados, que se publicó en 1960 y constituía su estreno en el género (se publicó simultáneamente en Libro Mex Editores, y en 1965 en las ediciones Ecuador 0º 0’ 0’’ del también exiliado republicano español Alejandro Finisterre [1919-2007]), lo que contribuye a señalar a Arauz como impulsor de la incorporación de nuevos autores a la literatura dramática mexicana.
También son de interés los cuatro volúmenes de antologías de obras en un acto, que se presentaba del siguiente modo en la solapa del primer volumen:
La Colección Teatro Mexicano ha encargado a Maruxa Vilalta, la joven y destacada escritora, que preparara y seleccionara estas Antologías de Obras en un Acto.[…]
Posteriormente, en ediciones que aparecerán de forma regular, iremos reuniendo obras de más autores mexicanos, y de aquellos escritores que, por residir en el país desde hace tiempo, pueden considerarse como formados, o que han continuado su labor, en México.
Estas Antologías de obras en un acto intentan presentar, sin dependencia de grupo, escuela o tendencia ideológica, todo el panorama del teatro mexicano actual.
Los autores compilados en estas antologías, en algunos casos con obras previamente incluidas en otros volúmenes de la colección, fueron los siguientes: en la primera (de 1959), Héctor Azar, Celestino Gorostiza, Sergio Magaña, Octavio Paz y Rafael Solana; en la segunda (1960), Álvaro Arauz, Emilio Carballido, Federico S. Inclán, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia; en la tercera (1960), Wilberto Cantón, Elena Garro, Carlos Solórzano y Rodolfo Usigli, y en la cuarta (1965), Luisa Josefina Hernández, Luis Moreno, Alfonso Reyes y Fernando Sánchez Mayáns. Desde este punto de vista, parece haberse conseguido en un alto grado el propósito de crear una panorámica representativa de las diversas tendencias y generaciones que convivían (o competían por) el espacio escénico mexicano, y sobre todo el de de consignar la aparición de lo que el propio Carlos Solórzano llamó «la generación de los cincuenta».
En algún momento de los años sesenta, de la producción de estas colecciones de Arauz parece que empezó a ocuparse Rafael Peregrina Editor, pero manteniendo una misma presentación: encuadernación en cartulina con solapas, cubiertas impresas a color o a dos tintas con una ilustración central muy sobria a modo de marco y con portadilla a dos tintas. Las tiradas solían ser de quinientos ejemplares numerados, si bien hubo alguna excepción notable, como es el caso por ejemplo del Retablillo de Don Cristóbal, de Federico García Lorca en la Colección Teatro de Bolsillo, del que se hizo una tirada de mil ejemplares (pero igualmente, numerados).
No obstante, quizá mayor interés en cuanto a la bibliografía lorquiana tenga la edición no venal de Yerma, incluida en la Colección Teatro Contemporáneo en 1952, en conmemoración del 26º aniversario de la muerte del poeta, y que incluye a continuación del texto de la obra las valoraciones y juicios de una pléyade de críticos literarios, entre los que se cuentan los más reputados de la prensa mexicana e incluye a los exiliados republicanos españoles Ceferino Avecilla (1880-1956), José Carbó González (c.1903-¿?), Antonio Espina (1894-1972) y Àngel Estivill (1908-¿?).
Esa sobriedad elegante que caracteriza estas colecciones se rompe un poco con las ediciones de la Colección Teatro Universal (La mandrágora de Maquiavelo en 1955, el Don Juan de Pushkin en 1956, El caballero de Olmedo de Lope de Vega en 1961, el Georges Dardin de Molière en 1964), que incluyen ilustraciones y grabados de David Antón, un escenógrafo que en 1956 sería premiado con el Ruiz de Alarcón al mejor escenógrafo del año y que precisamente en aquellos momentos estaba ganándose el aplauso de la crítica y el respeto de la profesión por sus trabajos en El Malentendido, de Camus (1958), y al año siguiente en Así en la tierra como en el cielo, de Fritz Hochwealder, Detrás de la puerta, de Federico S. Inclán, La Bagatela, de Marcel Achard, The taming of the Srew de Shakespeare…
En cuanto a la presencia de republicanos españoles en estas colecciones, además de los ya mencionados, vale la pena consignar en la Colección de Teatro Mexicano la primera edición de Los Cazadores (1965), del polígrafo de origen asturiano Paco Ignacio Taibo I (1924-2008). Y es muy notable también la edición de Dos obras: La mordida. Tristán e Isolda, de León Felipe, en la Colección Teatro de Bolsillo en 1958. Se trata de dos textos con aire de cuento tradicional destinados originalmente a su emisión televisiva, pero que posteriormente pasaron a formar parte de El juglarón, que
se estrenó en 1957 pero cuya primera edición publicó, de nuevo, Alejandro Finisterre en su colección Ecuador 0º 0’ 0’’. Acaso sería bonito e ilustrativo que alguien se animara a estudiar en profundidad las relaciones entre los editores Finisterre y Arauz, porque no se olvide que el primero fue editor de muy buena parte de la obra creativa de Arauz: la reedición de La carroza del virrey (1961), y las primeras de Medias palabras (1965), Morir de pie (1966), la trilogía Los leales (Morir de pie, Medias palabras y Doscientas veinte madrugadas) (1966) y Doce obras en un acto (1966), con prólogo de Wilberto Cantón.
Fuentes:
Montgrony Alberola, «Trayectoria dramática de León Felipe», en Manuel Aznar Soler, ed., El exilio teatral republicano de 1939, Sant Cugat del Vallès, Gexel (Sinaia 4), 1999, pp. 209-231.
José Paulino Ayuso, «Álvaro Araúz y su retablo dramático de la guerra y el exilio», en Fernando Doménech, ed., Teatro español: autores clásicos y modernos: homenaje a Ricardo Doménech, Madrid, Editorial Fundamentos. 2008.
Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2016.
María Teresa Santa María, «Panorama de la dramaturgia española exiliada en México», Las puertas del drama, núm. 52 (2019).
Carlos Solórzano, «México», en Don Rubin, ed., The World Encyclopedia of Contemporary Theatre. Vol. II. Americas, London- Nueva York, Routledge, 1996. pp. 310-330.
Gracias, siempre aprendo de tus artículos realidades que ignoro, la mayoría de las ocasiones