El novelista, traductor y editor Ricardo Bastid Peris (1919-1966)

Si por alguna cosa aparece el nombre de Ricardo Bastid Peris en los libros de historia de la cultura, a menudo ocupando apenas una mención en alguna nota a pie, es por su obra pictórica, pese a que tuvo un momento de modesta gloria a raíz de la publicación en 1959, en la editorial bonaerense Losada, de la novela Puerta del Sol.

Formado como pintor en la Real Academia de Bellas Artes San Carlos de Valencia y afiliado muy pronto a la Federación Universitaria Escolar (FUE), en la primavera de 1936 entró en el Partido Comunista de España y, al producirse el levantamiento nazifascista que desencadenó la guerra civil, se alistó en el Ejército Republicano y sirvió en el frente de Madrid. Al concluir la guerra, con el grado de teniente, permaneció durante casi seis años confinado en Valencia ocultándose de las autoridades franquistas, hasta que en 1945 se trasladó con Ricardo Muñoz Suay (1917-1997) a Madrid y colaboró en la clandestinidad en la reconstrucción de la FUE (con Nicolás Sánchez Albornoz, Manuel Lamana y Manuel Tuñón de Lara, entre otros). Como consecuencia de ello, en 1946 la policía `franquista los detuvo a casi todos por «rebelión y auxilio a la rebelión» y, además de torturado, Bastid pasó tres años encerrado en la cárcel de Alcalá de Henares a la espera de juicio. Una vez celebrado el juicio, en el penal de Ocaña, fue encarcelado de nuevo en Alcalá donde, gracias a redimir pena como profesor de presos comunes, en marzo de 1949 obtuvo el «certificado de liberación provisional».

Empezó entonces a trabajar como grafista (cartelista y ayudante de decoración) en los Estudios Sevilla Films, creados en 1941 y cuyo primer proyecto, frustrado, había sido una adaptación de la obra de Juan Ignacio Luca de Tena (1897-1975) A Madrid 682 (exaltación del golpe falangista, publicada en 1938 por Santarén en Valladolid con ilustraciones de Kemer). También en esa época, además de dedicarse a la pintura, diseña Ricardo Bastid la publicidad de la librería madrileña Club Clan (en Espoz y Mina, 15).

Sin embargo, durante el estado de excepción de 1955 fue detenido de nuevo y hasta diciembre de ese año no obtuvo la libertad condicional, así que en julio de 1956 viajó hasta la frontera y, con el pretexto de pintar al natural, obtuvo un permiso por una hora para dedicarse a su arte y cruzó la frontera con pasaporte falso con un caballete y los enseres de pintar por todo equipaje. Se desplazó enseguida a París y, al cabo de un año, a Buenos Aires, donde sabía que podría contar con la ayuda de algunos de sus antiguos compañeros de la FUE. Así lo explica Nicolás Sánchez Albornoz en Cárceles y exilios:

Finalizada la guerra europea sin caer Franco, muchos refugiados varados en Francia aprovecharon la reanudación de las comunicaciones transatlánticas para emigrar a América cumpliendo un sueño frustrado […] Varios compañeros de la FUE acabamos por reunirnos en Buenos Aires. El segundo en recalar fue Manuel Lamana, mi socio de fuga. A él siguieron Manuel de Rivacoba, el mencionado delegado de la FUE en Barcelona, y Ricardo Bastid, ambos después de cumplir su condena y salir de la cárcel.

En Argentina, además de exponer su obra pictórica y dar conferencias, colaboró como ilustrador con varias editoriales, y desempeñó también labores editoriales diversas, en particular con Códex, Losada y Compañía Fabril Editora. Fernando Larraz identifica precisamente en la entrada de jóvenes españoles como Bastid en Losada una de las principales razones de un marcado cambio de rumbo en la línea editorial de esa empresa:

En el catálogo de Losada vemos cómo hacia 1956, coincidiendo con la cesión de responsabilidades de [Guillermo] de Torre, el predominio de la «literatura responsable» cede en favor de la «literatura comprometida». […] Durante varios años, De Torre no tendrá sustituto claro. [Gonzalo] Losada toma las riendas de la editorial, pero lo hace con un criterio principalmente mercantil, que lo lleva a rechazar la publicación de libros que él considera riesgosos desde el punto de vista comercial. Al mismo tiempo, se apoyará en algunos jóvenes que, casi siempre por su disidencia política, han salido de la España franquista: Ricardo Bastid, Manuel Lamana, Fernando Morán y Víctor Sainz.

Además de asesoraría literaria, en Losada publica Bastid su primera y única novela, Puerta del Sol (1959). El año anterior, la editorial había convocado el Premio Internacional de Novela Editorial Losada, a la que se presentó por ejemplo el español exiliado en Inglaterra Esteban Salazar Chapela con Desnudo en Picadilly pero ganó el también español, y falangista, Cecilio Benítez de Castro con La iluminada, y el jurado recomendó asimismo la publicación de las obras de los argentinos David Viñas (Los dueños de la tierra) y Mundin Schaffter (La otra mejilla), el colombiano Manuel Mejía Vallejo (Al pie de la ciudad) y la mencionada de Ricardo Bastid, que apareció publicada en 1959. También ese año presenta al barcelonés Premio Nadal (que ganaría Ana María Matute con Primera memoria) la novela Los años enterrados, que hasta el momento de escribir estas líneas permanece inédita.

El año siguiente se publican la traducción, debida también a Bastid, del ensayo de René Bulman Introducción a la política en la colección de la Compañía General Fabril Los libros del Mirasol. Una entrada del diario de Rosa Chacel fechada asimismo en 1960 (concretamente del 4 de abril) permite confirmar que por aquel entonces desarrollaba labores de edición para Losada, pues consigna Chacel que Peris le ha solicitado una foto y un resumen biográfico para su inclusión en el boletín de novedades de esta editorial.

Rosa Chacel.

Por último, de 1961 es la publicación de Alemania, un libro de texto de Joseph Rovan aparecido también en la Fabril, traducido por Ricardo Bastid, pero, sin bien prosiguió con su obra pictórica y con la escritura literaria de diversas obras que siguen inéditas, no parece que firmara Bastid nuevas traducciones.

De nuevo es Larraz quien mejor ha analizado la trascendencia del trabajo de los exiliados españoles en Losada, y en particular del de Ricardo Bastid, que en cierto modo lastran el papel renovador que había tenido esta editorial en el panorama novelístico americano:

 Lo cierto es que los jóvenes mencionados, además de ver publicados sus propios libros, promueven la publicación de los autores del interior [de la España franquista], como José Hierro, y otros cuyo valor es muy cuestionable. […] Pese a su afán de novedad, estos jóvenes carecen de la cultura literaria de De Torre. Se han educado en los axiomas del realismo social y, aunque en las novelas que escriben en el exilio y publican en Losada se alejan de las consignas objetivistas que, en aquellos finales de los cincuenta, están en pleno auge en España, no se despojan de un compromiso fuerte con la coyuntura de su tiempo.

Y más adelante, en relación al discurso de Bastid con motivo de la entrega del premio de 1960 a Augusto Roa Bastos por Hijo del hombre, añade: «Encarece más que la potencialidad artística de su lenguaje, su compromiso con los oprimidos por el poder». Así pues, parece bastante palmaria la incidencia de este grupo de profesionales de la cultura en industria editorial argentina y en la divulgación de la literatura española y de un determinado tipo de narrativa.

La muerte en accidente de tráfico, cercenó en 1966 la trayectoria de Ricardo Bastid Peris.

Fuentes:

Rosa Chacel, Diarios, en Obra completa, vol. IX, edición de Carlos Pérez Chacel y Antonio Piedra, prólogo de Ana Rodríguez-Fischer, Dueñas, Fundación Jorge Guillén, 2004.

Fernando Larraz, «Guillermo de Torre y el catálogo de la editorial Losada», Kamchatka. Revista de Análisis Cultural, núm. 7 (junio 2016), pp. 59-71.

Fernando Larraz, «Bastid Peris, Ricardo (1919-1966)» en Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2016, vol. 1, pp. 306-307.

Fernando Larraz, Editores y editoriales del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2018.

Nicolás Sánchez Albornoz, Cárceles y Exilios, Anagrama (Biblioteca de la Memoria), 2012.

 

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