A la librería On the Road,
celebrando sus primeros cuatro años.
Un debate recurrente acerca de la conocida como generación beat ha sido casi tradicionalmente establecer quiénes forman parte de ella y quiénes no, pues siempre se le añaden antecedentes, mentores, epígonos y gente de todo tipo y pelaje que simplemente pasaba por allí y luego escribieron algún texto autobiográfico, hasta bastante más allá de su etapa más creativa e incluso allende las fronteras de la literatura. Sin embargo, hay tres nombres nucleares que nadie discute: Allen Ginsberg (1926-1997), Jack Kerouac (1922-1969) y William Burroughs (1914-1997). Y por buenos motivos.
Si bien Ginsberg se había estrenado publicando en revistas literarias de difusión restringida, como la Columbia Review o Jester (ambas de la Universidad de Columbia) ya en 1945 —el mismo año en que Kerouac y Burroughs escribían a cuatro manos Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques, inédita hasta 2008—, los dos primeros libros que lograron publicar los miembros nucleares y primigenios de la generación beat, La ciudad y el campo (1950), de Kerouac, y Yonqui (1953), de Burroughs, lo fueron por unos caminos y en unas condiciones hoy quizás un poco sorprendentes, y en ambos casos Ginsberg tuvo una importancia enorme en el proceso, gracias en buena medida a las amistades que había trabado en la Universidad de Columbia.
Debido a la admiración que Kerouac sentía por el gran editor Maxwell Perkins (1884-1947) y en particular por su trabajo en la obra de Thomas Wolf (1900-1938), sin saber que ya había fallecido mandó su novela a Charles Scribners’ Son confiando en que Perkins sintonizaría con el estilo y la ambición de su primera novela. Una vez se la hubieron rechazado por primera vez, Ginsberg intentó a través de su profesor en Columbia Mark van Doren (1894-1972) ponerlo en contacto (sin suerte) con el escritor y crítico literario Alfred Kazin (1915-1998), por entonces muy vinculado a Harcourt Brace y que se convirtió en uno de los principales defensores del texto, así como con editores en Viking, Houghton Mifflin, Knopf, Little Brown y Random House (todos ellos rechazaron el mastodóntico manuscrito). Scribner incluso rechazó una segunda versión de la novela, en diciembre de 1948, casi al mismo tiempo en que Robert Giroux (exestudiante en Columbia y por entonces editor en Harcourt Brace) aceptaba hacerse cargo de la edición del manuscrito si Kerouac estaba dispuesto, por un lado, a emplear nombres ficticios para los personajes —aparecían como tales, entre otros, tanto Ginsberg (Leon Levinsky) y Burroughs (Will Dennison) como Lucien Carr (Kenneth Wood)—, y por otra a reducir considerablemente su extensión porque, para una primera novela, la consideraba excesiva (1.100 páginas, nada menos); lo que le pedía, en definitiva, es que la dejara en quinientas y le evitara posibles problemas legales.
Eso llevó su tiempo, pero finalmente Kerouac cobró un anticipo de 1.000 dólares (que Harcourt Brace nunca recuperó) y en febrero de 1950 apareció una tirada de 15.000 ejemplares, todos ellos con una dedicatoria «To Robert Giroux, friend and editor» y firmados como John Kerouac. La crítica literaria de la época que se ocupó de la novela se mostró dividida, pero no así los lectores (unánimemente desdeñosos) y, como es bien sabido, Giroux cometió luego la imprudencia de rechazar la segunda novela de Kerouac, En el camino (que no se publicó hasta 1957 y en Viking). Según registra Dennis McNally en su biografía de Kerouac, Ginsberg escribió en sus diarios al respecto:
Pienso que Jack es el más grande escritor vivo de la Norteamérica de nuestra época […], pero Harcourt (Giroux) rechazó su primera versión [de En el camino] por demasiado personal y subjetiva… y ahora esta segunda versión les parece una mezcla de sobras pertenecientes a asociaciones libres sin ninguna relación. Creo que seguiré fiel a Jack.
Mayor intervención tuvo Ginsberg incluso en el proceso que culminó con la aparición de Yonqui, de William Burroughs, en cuyas primeras versiones se incluía mucho material que posteriormente pasaría a Queer. Al parecer, existió incluso un vago proyecto de crear una trilogía sobre la multifacética experiencia droga-homosexualidad-exilio (Yonqui, Queer, Las cartas del yagé), pero a Burroughs, pese a que Kerouac y Ginsberg le animaran a ello, le costaba encontrar estímulos para llevar adelante semejante empresa, a tenor de lo que declaró en el número de otoño de 1967 de Paris Review:
En apariencia no hubo ningún motivo poderoso [para escribir Yonqui]. Trataba simplemente de contar más o menos en estilo periodístico directo mis experiencias de intoxicación y con drogados […] no tenía nada mejor que hacer. Escribir me supuso una ocupación para mis días.
Ginsberg no sólo alentó a Burroughs a culminar la obra, sino que le apoyó de un modo decisivo para que no abandonara el proyecto cuando su novela empezó a ser rechazada por los editores que la recibían o cuando le pedían enmiendas. En esta ocasión, Ginsberg le encontró editor a través de Carl Solomon (1928-1993), con quien había coincidido en 1949 como paciente del Greystoke Park Psychiatric Hospital y a quien más adelante dedicaría su poema fundacional Aullido. Un tío de Solomon, A.A. Wyn (1898-1967), era propietario y director general desde 1929 de la editorial Ace Magazines y, por sugerencia de Donald A. Wollheim (1914-1990), deseoso de abandonar su empleo en Avon Books, en 1952 acababa de fundar Ace Books, un catálogo inesperado —o acaso no tanto— en el que gestar lo que sería la beat generation.
Tanto las revistas como los libros en rústica de Ace iban destinados a la lectura rápida y fácilmente olvidable y se centraron en la narrativa detectivesca, del Oeste y deportiva, pero descollaron sobre todo, gracias en particular a Wollheim, en el descubrimiento de los grandes autores estadounidenses de la ciencia ficción y la fantasía (Robert Silverberg, Philip K. Dick, Ursula K. Le Guin…), aunque entre los autores que publicaron se encuentran también nombres sorprendentes como el de P. G. Wodehouse.
Casi desde el primer momento los Ace Books llamaron la atención por un experimento que ponía de manifiesto su vinculación inicial con las revistas, lo que se dio en llamar encuadernación dos-à-dos, consistente en encuadernar los libros de tal modo que contenga dos textos, con sus correspondientes dos portadas, de manera que puede empezar a leerse por dos lados distintos, y las páginas centrales solían aprovecharse para incluir publicidad. En uno de este tipo de libros se incluyó Yonqui (y en compañía bastante curiosa, por cierto), bajo el seudónimo William Lee, con lo que puede decirse que los dos libros fundacionales de la beat generation ocultaron los nombres de sus autores. De hecho, se frustraba así la posibilidad de publicar Yonqui en compañía de Queer, que al parecer asustó un poco a los editores de Ace Books, pero quizá no fue tan mala decisión. En agosto de 1952, Burroughs estaba redactando el prólogo para Yonqui en un intento por satisfacer la exigencia de Wyn (que ya le había mandado el contrato) de alargar el texto en por lo menos unas cuarenta páginas más, para lo que se sirvió, además, según contó Oliver Harris, de algunos pasajes que ya tenía escritos de Queer:
En total, quitó más de seis mil palabras [de Queer], más de un tercio del manuscrito del 14 de mayo y alrededor de una quinta parte del total, para llevar Yonqui al tamaño exigido por Ace Books. En resumen, apenas Burroughs había terminado su segunda novela, los imperativos económicos de la publicación lo obligaron a abandonarla, canibalizando el manuscrito para terminar la primera.
Al parecer, no fueron pocas las intervenciones editoriales a las que Ace Books sometió el texto que Burroughs les mandó como definitivo, empezando por el título (que pasó de Junk a Junkie) o con el añadido de un subtítulo («Confessions o an unreedemed Drug Addict»), y posteriormente Burroughs se quejó por carta a su editor de las muy numerosas e injustificadas enmiendas, que en más de una ocasión alteraban el sentido (hasta el punto de hacerlo incomprensible incluso para su autor).
Yonqui apareció con nada menos que una novela del exagente Maurice Helbrant, del que vale la pena decir alguna cosa. Nacido en Rumanía y residente desde niño en Brooklin, había tenido una experiencia como espía para los servicios secretos británicos en Palestina durante la primera guerra mundial, al término de la cual regresó a su país de acogida, donde desarrollo el grueso de una carrera poco honrosa. En la novela que acompaña a Yonqui (Narcotic Agent), que comparte con ella su carácter autobiográfico, Hellbrant recrea su experiencia como agente en la división de narcóticos del FBI, persiguiendo y acosando al mismo tipo de personajes que transitan por Yonqui, con lo cual se convierte en un perfecto contrapunto a la novela de Burroughs (y ya es raro que no a ningún editor se le haya ocurrido volver a publicar los dos textos juntos). Se dan además curiosas y jugosas coincidencias, pues tanto Burroughs como Helbrant relatan el modo en que los perversos agentes del FBI se servían de billetes marcados para comprar droga y luego los empleaban como prueba incriminatoria contra los pequeños traficantes.
Los libros de Ace Books muy raramente se encontraban en librerías, y mucho menos en bibliotecas, y su venta se concentraba en quioscos y en particular en los puestos de venta en estaciones de transporte público, lo que en buena medida explica los desorbitantes precios que han alcanzado los ejemplares de esa primera edición; paradójicamente, hasta 1992 la Library of Congress no consiguió comprar un ejemplar (que se conserva en la sala de libros raros y colecciones especiales). Aun así, Ginsberg, que por entonces era ya el agente literario no oficial de la beat generation, pidió a Kerouac unas palabras de elogio a Yonqui para la columna de David Dempsey en el New York Times Book Review («Sofisticado, desinhibido, erudito y perverso en el más puro estilo Goering; supone el primer relato moderno e inteligente sobre las drogas […] Es a la vez una obra independiente y un clásico»), pero ni eso sirvió para que las ventas de la novela de Burroughs se salieran de lo habitual en Ace Books. También en su caso, hubo que esperar algunos años hasta que, en las parisinas Olympia Press de Maurice Girodias, consiguiera publicar la siguiente novela y alcanzar el éxito con ella, El almuerzo desnudo (1959).
Fuentes:
Emanuele Bevilacqua, Guía de la generación beat, traducción de Edgardo Dobry, Barcelona, Península (Ficciones 7), 1996.
William S. Burroughs, Queer (edición definitiva del 25 aniversario), Introducción de Oliver Haris y traducción de Marcel Souto, Barcelona, Anagrama, 2013.
Bruce Cook, La generación Beat, traducción de Esdrás Parra, Barcelona, Seix Barral, 1974.
Sam Jordison, «William Burroughs’ opposite number: William Helbrant», The Guardian, 18 de febrero de 2014.
Jack Kerouac, La ciudad y el campo, traducción de Lluis Margalef Llambrich, Barcelona, Luis de Caralt, 1971.
Jack Kerouac, Los subterráneos, Anagrama (Contraseñas), 1986. Con el prólogo de Henry Miller escrito para la edición de Grove Press (1959), traducido, al igual que la novela, por J. Rodolfo Wilcock, y una introducción adicional de Fernanda Pivano traducida por Ignacio Martínez de Pisón.
William Mikriammos, William S. Burroughs. La vida y la obra, traducción de F. P. E. González, Madrid-Gijón, Júcar (La Vela Latina 45), 1981.
Dennis McNally, Jack Kerouac. América y la generación beat. Una biografía, traducción de Jorge Piatigorsky, Barcelona, Paidós (Testimonios), 1992.
David Saunders, «A. A. Wyn», en Field Guide to Wild American Pulp Artists, 2014.
Douglas Valentine, The Strength of the Wolf. The Secret History of America’s War on Drugs, Londres, Valentine, 2004.
Interesante y merecedores de reconocimiento,creo.Gracias por la síntesis!!!!