En el ámbito de la edición, Manuel de Pedrolo (1918-1990) es recordado sobre todo como creador en 1963 de una impactante colección de novela policíaca en el seno de Edicions 62, La cua de palla, cuyo propósito evidente era –dando así respuesta a una reivindicación ya añeja de críticos como Rafael Tasis (1906-1966)–, normalizar la lengua y la literatura catalana mediante la publicación de novela de género de éxito, con buenas traducciones de autores clásicos (Chandler, Hammett. Chester Himes, Simenon) y la incorporación de algunos escritores más o menos jóvenes (el propio Pedrolo) a los que se pretendió sin éxito incentivar en el cultivo del género. Sin embargo, ya antes había hecho Pedrolo trabajos como corrector, traductor y asesor para Bruguera (entre otras cosas, corrigió novelas de Corín Tellado), y en 1951 empezó a desempeñar las mismas tareas para la editorial Albor de Ferran Canyameres (1898-1964).
Por su parte, Joan Sales (1912-1983) había dejado atrás una época de formación en México durante su exilio y estaba al frente del Club Editor cuando trabó contacto con Pedrolo.
Es sabido que, como consecuencia de sus diferencias sobre en qué debía consistir la labor del editor, no llegaron a un acuerdo para incorporar ninguna novela de Manuel de Pedrolo al catálogo del Club Editor. De hecho, las diferencias en este sentido eran tan abismales que lo extraño hubiera sido cualquier otra cosa. Así lo explica Marta Pasqual, en su análisis del Sales editor:
Fueron bastantes los autores que no llegaron a publicar las novelas previstas. Algunos, como Manuel de Pedrolo, debido al hecho de que, según Sales, escribía para sí mismo y no tanto para los lectores y, en consecuencia, no estaba dispuesto a aceptar ninguno de los cambios propuestos por el editor.[la traducción de esta cita, como de todas las demás, es mía]
La apreciación parece bastante acertada, y Àlex Milian y Xavier Aliaga han resumido bien el meollo del problema en un reportaje en El Temps, sirviéndose del utilísimo estudio de Bel Zaballa:
Sales pretendía más concreción y contención de Pedrolo para extraer lo mejor de su talento, obras más condensadas. De más reescritura que escritura compulsiva. Esos consejos y sugerencias ofendieron a Pedrolo. La relación con el responsable de Club Editor no acabó bien: la correspondencia entre Sales i Rodoreada es prueba de ello. Pero, como recuerda Zaballa, el escritor «tenía claro que, si continuaba escribiendo, lo haría a su manera, “pese a objeciones, obstáculos y trabas de todo tipo, porque no podía, ni quería, dejar de ser quien era».
Manuel de Pedrolo era un autor prolífico que no estaba en absoluto dispuesto a aceptar sugerencias de nadie para retocar sus obras, por muy buena intención que se pusiera al hacérsele, y lo cierto es que tampoco fue muy receptivo a las críticas que, sin ambages y muy abiertamente, le hizo Sales cuando tuvo oportunidad de leer sus inéditos.
Cuenta Zaballa que, un año después de quedar impresionado por la puesta en escena de la pieza de Pedrolo Cruma (1957), Sales escribió al novelista solicitándole su colaboración en Club Editor porque tenía mucha fe en él, y que como respuesta obtuvo el envío de la obra escrita en 1953 y por entonces inédita Un de nosaltres (que se publicaría en 1963 en Selecta como Balanç fins a la matinada). Ante la negativa a trabajar sobre un texto que a Sales le pareció –y así se lo dijo a su autor– un tostón, Pedrolo replicó que no escribía para «distraer a la gente, sino todo lo contrario», pero aun así le mandó (con la misma suerte) una segunda obra: Avui es parla de mi, escrita también en 1953 y que Edicions 62 publicaría en 1966. Sales le propuso algunos cambios, que Pedrolo tampoco aceptó, y les mandó una novela escrita en 1952, Cendra per Martina (que según Zaballa finalmente publicaron, aunque no he encontrado una edición de Club Editor y la primera parece ser la de Proa en 1965).
Sin embargo, según contó el también editor y escritor Carlos Pujol (1936-2012), traductor además al español de la Incerta glòria de Sales, éste le dio una versión bastante distinta de este mismo asunto:
Sales me contó que un día fue a verle Pedrolo y le dijo: «Es una vergüenza que a un autor de tanto éxito como yo, el Club no le haya publicado nunca nada». «Tráigame algo y lo hablamos», le dijo Sales. Le mandó quince novelas inéditas, me explicó. Y me dijo «¿Puede creerse que no me gustó ni una? Tuve que decirle que no».
Desde luego, de tres a quince va un trecho que difícilmente puede atribuirse a un error de memoria, pero costará averiguar quién camufló la verdad para salir airoso del asunto.
Más tinta han hecho correr las numerosas referencias, más bien despectivas, que Sales hace a la obra de Pedrolo en su epistolario con Mercè Rodoreda, que el editor ya podía prever que tarde o temprano, póstumamente, saldrían a la luz debido a la importancia de ambos corresponsales en el canon de la novela catalana. Tanto el editor como la narradora, por entonces exiliada en Bélgica, tenían a Pedrolo por ejemplo paradigmático del escritor descuidado, y en cierto modo echado a perder, que gozaba de un favor de los lectores que no se correspondía con la calidad de su obra. Y en este caso la maledicencia no puede atribuirse a la típica envidia del escritor frustrado, pues tanto Sales como Rodoreda conocían bien el éxito y sus obras –en particular Incerta glòria y La plaça del Diamant– eran objeto de traducciones a las principales lenguas y además en editoriales muy potentes.
Así, por ejemplo, escribe Sales acerca de la situación de la crítica literaria del momento: «Cuando Pedrolo escribe alguna de sus tonterías sin pies ni cabeza, toda la crítica –salvo Joan Fuster, que calla como un muerto– dice que es genial; lo dicen con tanta más convicción y prosopopeya cuanto menos se la han leído» (carta del 6 de enero de 1967); o comentando la composición del Premi Ramon Llull: «El inconveniente es que en el jurado, además de [Sebastià-Joan] Arbó, están Martí de Riquer y Baltasar Porcel, un par que nunca sabes por dónde te saldrán. Los creo capaces de otorgar el premio a un Pedrolo o a Estanislau Torres» (28 de septiembre de 1967); o incluso en fecha tan tardía como 1979: «Hay una novela de Pedrolo que empieza textualmente así: “Caminava pel novell desenvolupament urbà [Caminaba por el bisoño desarrollo urbano]. Después de devanarme los sesos, conseguí descifrar su significado: quería decir que andaba por el Eixample». Sin embargo, lo valiente no quita lo cortés, y cuando Pedrolo es procesado por las autoridades franquistas acusado de «escándalo público» por mostrar en Un amor fora ciutat una relación homosexual, escribe Sales a Rodoreda: «No olvidemos ambos escribir a Pedrolo con motivo de su proceso», y a continuación le adjunta las señas a las que puede hacerlo (calle Calvet, núm. 9, el domicilio particular del escritor).
Pese a que, al parecer, a Núria Folch le habían gustado algunas de las novelas que había leído de Pedrolo antes de conocerlo y que Sales veía en él un gran potencial, fueron sin duda las discrepancias acerca de cuál era la función que debía desempeñar un editor, de sus diferentes conceptos de lo que era y significaba editar, lo que hizo que no cuajara su relación, y sin embargo es posible que haber publicado en Club Editor hubiera facilitado quizá la traducción de algunas novelas de Pedrolo a otras lenguas más allá de las peninsulares.
Fuentes:
Pere Antoni Pons, «Carlos Pujol sobre Joan Sales», Lluc: revista cultural i d’idees, núm. 864 (julio-agosto de 2018), pp. 16-19.
Montserrat Casals, ed., Mercè Rodoreda-Joan Sales. Cartes completes (1960-1983), Barcelona, Club Editor, 2008.
Joan Fontcuberta, «Pedrolo i La Cua de Palla», Quaderns. Revista de Traducció, núm. 14 (2007), pp. 49-55.
Àlex Milian y Xavier Aliaga, «Capmany i Pedrolo, cent anys de dues veus insubornables», El Temps, núm. 1766 (16 de abril de 2018).
Marta Pasqual, Joan Sales, la ploma contra el silenci, Barcelona, A Contra Vent Editors, 2012.
Bel Zaballa, Manuel de Pedrolo, la llibertat insubornable, València, Sembra Llibres, 2018.