Matías Conde y la autoedición mexicana en asturiano

A falta de poder consultar la tesis doctoral de Lluis Agustí recientemente presentada (L’edició espanyola a l’exili de Mèxic: 1936-1959. Inventari i propostes de significat, 2018), es sin embargo posible aventurar que uno de los libros en asturiano más famosos publicados en México, Sol en los pomares, de Matías Conde de la Viña (1896-1982), respondía a la iniciativa del propio autor, y que el sello bajo el que se presentó fue creado para la ocasión.

Matías Conde.

Este profesor mercantil gijonés, que desde muy joven había hecho incursiones en la prensa asturiana e incluso había puesto en circulación un semanario satírico de cierta repercusión (El Epiplón), tuvo que salir de su país durante la guerra civil española, en la que había servido como concejal en el ayuntamiento de Oviedo y en el Consejo de Asturias y León en las filas de Izquierda Republicana. Establecido durante cinco años en Francia, durante los cuales fue cónsul en Marsella, llegó a México en 1944 y rápidamente se integró en los círculos de intelectuales asturianos de la capital (Luis Santullano, Jesús Vallina, Ovidio Gondi, Carlos Martínez, Joaquín Velasco, Germán Horacio…).

Ese mismo año publica ya un texto en el librito colectivo publicado por la revista Somos: homenaje de los republicanos españoles a las representaciones diplomáticas y consular de México en Francia, en el que también participaban, entre otros, el poeta cordobés Juan Rejano (1903-1976), el dramaturgo madrileño Álvaro Arauz (1911-1970) y Mauricio Fresco, que más tarde publicaría La emigración republicana española, una victoria de México (Editores Asociados, 1950).

Sin embargo, la importancia de Matías Conde como escritor la debe sobre todo al poemario Sol en los pomares (Poemas de Asturias), de cuya importancia hay indicios para pensar que el autor era muy consciente, dado el esmero con que preparó y divulgó su publicación.

Malvis (tordo o corzal común en asturiano), fue el nombre elegido para la efímera editorial creada para publicar este libro, al que tan sólo seguiría otro título, también de Matías Conde, Cuatro romances de toreros: E. Lizaga, Joselillo, Carnicerito, Manolete (1949).

Sol en los pomares se organiza en cinco secciones y lo que, usando un mexicanismo, bien podríamos llamar un pilón: La sombra de los robles (lo eterno), La lluz de les roses (lo lírico), La caleya floria (el donaire), Pompares n´el aire (lo efímero) y La luna entre carbayos (Lo infinito), rematado con un «¡Adiós!». Conde se tomó la molestia de solicitar al escritor mexicano José Vasconcelos (1882-1959) un prólogo y preparó con mucho esmero la edición. Se trata de un libro de doscientas páginas, com un formato de 30,5 x 23,5 cm, impreso a color, con ilustraciones del ya mencionado Germán Horacio (1902-1975), del que, según el colofón, el 20 de agosto de 1948 se imprimieron 1500 ejemplares.

Es probable que a José Vasconcelos lo hubiera conocido Matías Conde ya en Asturias, donde el escritor mexicano residió entre el verano de 1932 y el de 1933, y participó activamente en iniciativas culturales, como la Biblioteca Popular Circulante de Castropol (de la que fue nombrado presidente honorario y a la que donó ejemplares de sus libros) o el periódico El Aldeano. En sus memorias sobre la estancia en Asturias, Vasconcelos recuerda:

 Pasamos la última semana en Gijón, enfiestados a diario, con las despedidas. Todo el Club de los Excursionistas gijonenses, capitaneados por el poeta popular Pachín de Melas, nos visitó un domingo por la tarde, nos cantó coros asturianos, compartió con nosotros la sidra y las empanadas.

Y en este punto es oportuno recordar que el ilustrador del libro de Conde es precisamente el hijo del escritor en asturiano Pachín de Melás (Emilio Robles Muñiz, 1877-1938).  Formado como perito mercantil, la vocación pictórica y la presión política había llevado a Germán Horacio Robles a instalarse en Madrid (donde cursó estudios en la Academia de San Fernando y publicó dibujos en las revistas Estampa y Blanco y Negro), pero el inicio de la guerra civil española le pilló en Asturias, lo cual hizo que se convirtiera en uno de los cartelistas de combate más famosos de su tierra, pero mayor repercusión incluso tuvo su diseño de los billetes durante la guerra, conocidos como «belarminos» debido a que los firmaba el por entonces presidente del Consejo Soberano de Asturias y León, Belarmino Tomás (1892-1950), que también acabaría exiliándose a México.

Cartel de Germán Horacio.

Germán Horacio había llegado a México a bordo del Sinaia (13 de junio de 1939), y en el diario que se publicó a bordo se da noticia el 11 de junio de una exposición en la que participó, junto a José Bardasano (1910-1979), Ramón Gaya (1910-2005) y Darío Carmona (1911-1976), entre otros. Al poco de llegar ya participaba en diversas exposiciones colectivas, y en junio de 1940 exponía en solitario en la Galería Arte y Decoración, actividad que alternaba además con incursiones en el ámbito editorial, y suyas las ilustraciones de las cubiertas de Mar y Viento (Imprenta Artes Gráficas Comerciales, 1943), de Alfonso Camín (1890-1982), Partiendo de la angustia (Editorial Moncayo, 1944), de Manuel Andújar (1913-1994), Entre manzanos (Niñez por duros caminos) (Imprenta Azteca, 1952), de Alfonso Camín y prologado por Luis Astrana Marín (1889-1959), Los poemas de Madrid  (Azteca, 1955), también de Camín, antes de dedicarse también a la creación de carteles cinematográficos.

Por otra parte, Conde se ocupó también de hacer llegar su cuidadísimo poemario a algunas firmas importantes que podían apoyarlo, y se conserva por ejemplo la carta que (fechada el 29 de enero de 1949) acompañaba el envío del volumen a la prestigiosa poeta chilena Gabriela Mistral (1889-1957), que el año siguiente ganaría el Nobel de Literatura. Otra escritora de talento, la madrileña Luisa Carnés (1905-1964), le había dedicado ya para entonces una elogiosa reseña en firmándola con su seudónimo Natalia Valle en la Revista Mexicana de Cultura (número 80, del 10 de octubre de 1948, pp. 11 y 12).

La colaboración entre Matías Conde y Germán Horacio se repitió al año siguiente en el librito Cuatro romances de toreros, el segundo y último localizado con el sello Malvis, cuarenta y cuatro páginas. Al margen de otras consideraciones posibles, si se interpreta como un síntoma de integración cultural resulta un tanto asombroso que en fecha tan temprana Conde elija a dos toreros mexicanos (Liceaga y Carnicerito de México), uno colombiano (Joselillo) y solo uno español (Manolete) como motivos para este segundo poemario.

Conde no volvió a publicar en asturiano en México, y la edición de su «comedia dramática en tres actos y un mensaje» Me lo dijo el viento (1963) corrió a cargo de la Unión Nacional de Autores. Aun así, unos años después de la muerte del dictador español se hizo una edición en 1976 de Sol en los pomares en el Instituto de Estudios Asturianos (IDEA), pero en ella se suprimió el poema «El solar de Don Pelayo o el romance de los cuatro morangos», acaso de inspiración lorquiana, para no ofender a la Guardia Civil. No fue hasta el año 2016 que la Academia de la Llingua Asturiana hizo una edición facsimilar íntegra.

Firma de Matías Conde.

Fuente

J. L. Argüelles, «La vuelta sin censura de Matías Conde», La Nueva España, 8 de noviembre de 2016.

Begoña Díaz González, «La literatura de posguerra (1940-1974)», en Miguel Ramos Corrada, Historia de la lliteratura asturiana, Oviedo, Academia de la Llingua Asturiana, 2002, pp. 365-506.

Iliana Olmedo, «La contribución del exilio español a la historiografía mexicana. La Revista Mexicana de Cultura como espacio de formación canónica», Relaciones, estudios de historia y sociedad, vol. 35, núm. 140 (2014).

Iliana Olmedo, Matías Conde la Viña, en Manuel Aznar Soler y José Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, vol. 2, Sevilla, Renacimiento-Gexel (Biblioteca del Exilio), 2002, p. 121.

Marco Fabrizio Ramírez Padilla, «Dos libros orgullosamente mexicanos», Bibliofilia novoshipana, 18 de mayo de 2009.

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