El tipógrafo Josep Llunas i Pujals (1850-1905) fue una de las figuras clave en el movimiento obrero y popular catalán en el último cuarto del siglo XIX, pero entre sus méritos se encuentra además la creación del pionero semanario anarquista La Tramontana (1881-1896), en cuyo número 277 (correspondiente al 8 de octubre de 1886) publicó Llunas una «Necrologia» dedicada a otro de los fundadores de esta publicación, el bisbalense Evarist Ullastres i Dillet, en la que ofrece información muy valiosa acerca del talante de ese impresor y editor con fama de ser en su tiempo el que mejor trataba a sus empleados en la imprenta La Academia.
El origen remoto de La Academia se encuentra en una publicación periódica ilustrada homónima que dirigían en Madrid Francesc M. Turbino y Juan de Dios de la Rada y Delgado, pero cuyo propietario era Pere Comas i Figueras. Hacia 1877 Ullastres se casó con una hermana de Comas, e invirtió la dote en poner una imprenta en Barcelona, con el acuerdo por parte de su nuevo cuñado de trasladar la revista a la capital catalana (donde se imprimió a partir del tercer número), y esto conllevó una participación mayor de xilógrafos catalanes en la revista, entre los que se contaron el famoso Celestí Sadurní i Deop (1830-1896), recién llegado de París, así como Enric Gómez y el dibujante Frabcisco García Vilamala, entre muchos otros.
Se desconocen los motivos por los cuales en 1879 Comas decidió cerrar la revista, pero la imprenta de Ullastres, que había tomado el mismo nombre, tuvo una gloriosa continuidad. E incluso la revista La Academia tuvo una cierto modo de vida posterior: al quedarse sin empleo, su administrador en Barcelona, Carles Sampons, compró todos los grabados y, con la ayuda desinteresada de un nutrido grupo de colaboradores (Ramon E. Bassegoda, Jacint Laporta, Josep Franquesa i Gomis) y el apoyo del célebre tipógrafo y dibujante Eudald Canivell (1858-1928) la reconvirtió en la rompedora La Ilustració catalana (1880-1894). Y, además, Sampons no tardó en convertirse en socio de Ullastres, en cuyos talleres se imprimía esta revista.
Desde el primer momento, La Academia, que llegó a dar trabajo a sesenta obreros, contó con profesionales de primer nivel. Un año después de su apertura, contaba ya con 19 oficiales cajistas, 4 aprendices de cajista, 2 maquinistas, 3 marcadores de máquina y 5 aprendices de máquina. Desde 1879, fue su gerente el dibujante, tipógrafo y pintor anarquista Rafael Farga i Pellicer (1844-1890), conocido también por el seudónimo Justo Pastor de Pellico, quien ese mismo año creaba con Canivell la Sociedad Tipográfica de Barcelona, y en la década siguiente publicaría con pie editorial de La Academia sus Prolegómenos de la composición tipográfica. A él se atribuye la introducción de tiradas con combinación de tintas. Otro empleado célebre, si bien debe su fama más a su actividad política y sindical, es Anselmo Lorenzo (1841-1914), pero en otros casos los empleados de La Academia harían su contribución propia a la industria impresora catalana. Jaume Torrents Ros, por ejemplo, creó tras el cierre de La Academia una modesta imprenta donde se imprimieron los dos únicos números del periódico de Emili Hugas El Ariete Anarquista (1896), pero poco después fue uno de los cuatrocientos encausados (como Lorenzo y Llunas y Pujals) en los tristemente famosos procesos de Montjuic. Apenas un año antes, el tipógrafo Cayetano Oller i Miguella (que como consecuencia de los mismos procesos en 1879 sería desterrado a Liverpool) se había establecido también por su cuenta e impulsado la creación de la revista Ciencia Social. Sociología, artes y letras, que dirigía Lorenzo y que contó entre sus colaboradores al pionero del anarquismo José Prat (1867-1932). Una vez cerrada ya La Academia, tres aprendices en ella le rindieron en cierto modo tributo al crear la Tipografía La Académica de Serra Hermanos y [Joan] Russell.
Como quizá se haya ido advirtiendo ya, en La Academia, cuyos talleres se convirtieron además en punto de reunión, fue convergiendo lo que sería el núcleo barcelonés del bakunismo y del anarquismo en general catalán en las décadas finales del siglo XIX, que quedó muy seriamente descabezado como consecuencia de los mencionados procesos de Montjuic. Sin embargo, antes de que se llegara a este extremo tuvieron tiempo —por lo que atañe estrictamente al ámbito de las artes gráficas— de fundar en agosto de 1879 la Sociedad Tipográfica de Barcelona de Socorros Mutuos por Cuestiones de Trabajo y Enfermedad, embrión de la Societat Tipográfica, cuyo Boletín (1880-1883) se imprimía en La Academia, al igual que sucedió en 1883 cuando se creó La Asociación (1883-1889), portavoz de la recién creada Federación Nacional de Tipógrafos.

Láminas interiores de Dermatología quirúrgica (1880), de Joan Giné i Partagas, con pie del Establecimiento Tipográfico La Academia de Evaristo Ullastre.
Además de la ya mencionada La Tramontana, entre las más famosas cabeceras que se imprimieron en los talleres de La Academia se cuentan por ejemplo, la revista del republicano catalanista Valentí Almirall L´avens desde 1881, el semanario en el que colaboraba Canivell L´escut de Catalunya (1879-1880), el periódico El Federalista de Josep Maria i Vallès i Ribot (1849-1911), órgano del Consejo Federal del que formaba parte Ullastres, el semanario Acracia (1886-1888) que dirigían Lorenzo, Farga Pellicer y el escritor cubano Fernando Tarrida del Mármol (1861-1915) o la primera etapa del periódico y luego semanario El Productor (1889-1893) que dirigía Lorenzo y en el que confluían las firmas de Pellicer, Joan Baptista Esteve, Tarrida el Marmol, Eliseo Reclús (Jacques Élisée Reclus, 1830-1905), y Federico Urales (Joan Montseny i Claret, 1864-1942) entre otros.
En su vertiente como editorial, La Academia se ocupó de algunos libros imponentes, como son por ejemplo los dos volúmenes de Pi y Margall y la política contemporánea (1886), de Enrique Vera y González (1861-1916), en los que figura el pie Evaristo Ullastres Editor, y en los que se abogaba, en palabras de Culla y Duarte, por un «proyecto de Constitución del Estado catalán, muy avanzado social y políticamente, que afirmaba la completa soberanía catalana». Álvaro Girón Sierra ha enjuiciado globalmente esta labor en los siguientes términos:
Las publicaciones de La Academia no sólo son imprescindibles para entender el desarrollo del movimiento obrero catalán de la época (y buena parte del catalanismo de izquierdas). Son igualmente relevantes para dar cuenta del desarrollo incipiente de una lectura peculiar —¿podríamos decir que propiamente anarquista?— del darwinismo en España, y ello es algo que quizás tenga que ver con el acceso privilegiado que tenían los tipógrafos a la cultura científica.
Cuando en 1886 murió Ullastres, pasó a hacerse cargo de la editorial, como era lógico suponer, Farga i Pellicer, pero la continuidad de la empresa cuando este también falleció ya se hizo imposible. Decía acerca del talante de Ullastres Farga i Pellicer en el texto necrológico mencionado al principio:
A pesar de que Evaristo Ullastres era amo de una de los más importantes establecimientos industriales y mercantiles de Barcelona y a pesar de que las modernas aspiraciones sociales del cuarto estado hacen que el capital y el trabajo, es decir el obrero y el industrial capitalista, estén siempre como el perro y el gato como consecuencia de los irreconciliables que son sus respectivos intereses, él había logrado por rara excepción y como resultado de su carácter y sus ideas que en su casa todos los trabajadores lo consideraran no como en casa de un amo, sino de un verdadero amigo, hasta allí adonde puede llegar la siempre defectuosa perfección humana.
En su establecimiento tipográfico La Academia siempre se ha trabajado menos horas que en las demás imprentas de Barcelona y se han pagado mejor los jornales. Esto ha hecho que ese establecimiento no pudiera competir en baratura con aquellos otros que esclavizaban en exceso a sus operarios, pero se ha compensado sobradamente de esta deficiencia conquistándose el primer lugar entre las tipografías de buen gusto, originalidad y verdadera intuición artística de Barcelona, cualidades debidas sin duda a ser escaso en la retribución del trabajo de los buenos artistas que en general pueblan sus talleres.
Aunque no son muchos los datos biográficos que conocemos sobre Ullastres, los testimonios de sus empleados, en esta y otras necrológicas, son bastante ilustrativas de su peculiar carácter.
Fuentes:
Joan B. Culla y Ángel Duarte, La Premsa republicana, Barcelona, Col·legi de Periodistes, 1990.
Álvaro Girón Sierra, «Evolucionismo, política y disidencia religiosa en la Barcelona de fines del xix: El círculo de La Luz», en Luis Calvo, Álvaro Girón y Miguel Ángel Puig-Samper, eds., Naturaleza y laboratorio, Barcelona, Residència d’Investigadors-CSIC-Generalitat de Catalunya, 2013, pp. 205-230.
Manuel Llanas, con la colaboración de Montse Ayats, L’edició a Catalunya: el segle XIX, Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2004.
Josep Llunas, «Necrologia», La Tramontana, núm. 277 (8 de octubre de 1886), pp. 1-2.
Marcelo Taló Martí, La Academia, «Más que una imprenta: el taller tipográfico La Academis (1878-1892) y la cultura republicana», Espacio, tiempo y forma, núm. 28 (2016), pp. 117-138.
Paco Zugasti, La clase obrera hace historia. Raíces históricas (1840-1910), Salamanca, Fundación Emmanuel Mounier-SOLITEC-IMDESOC-Instituto Social Obrero (Colección Sinergia-Serie Roja), 2008.
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Hola:
Soy una de las tataranietas de Evaristo Ullastres. Si desea recabar detalles biográficos sobre él, o fotografías, puede contactarme en el correo desde el que le escribo. ¡Felicitaciones por el artículo!
Saludos cordiales.
Teresa