La obra literaria del Sándor Márai (1900-1989), además de una fuente de placer estético para el lector, es una mina inagotable de sorpresas para el interesado en la historia del libro, en alguna medida como consecuencia de sus propias peripecias vitales y en particular de su prolongado exilio de Hungría (primero, desde 1948, en Suiza e Italia, y desde 1952 en Estados Unidos), como consecuencia en parte de sus problemas con la censura. A fin de cuentas, el de su obra es el mismo problema que plantean las ediciones de muchos escritores zarandeados por el siglo XX, tristemente marcado por la expatriación como consecuencia de guerras que dejaron con las raíces al aire (desterrados) a una pléyade de escritores que, como escribió el propio Márai, se aferraron a «la patria verdadera, que quizá sea la lengua o quizá la infancia».
Tibor Mészaros, historiador de la literatura y responsable del legado Sándor Márai (conservado en el Museo de Literatura Petofi de Budapest), que es además autor de la bibliografía de referencia sobre el autor, recordaba en 2013 una retahíla parcial de obras escritas por Márai y actualmente perdidas total o parcialmente (A csöndes lakó, Männer), así como la azarosa historia de la tercera y última parte de Sértödöttek (Los ofendidos), titulada Művészet és szerelem (Arte y amor), y cuya edición fue secuestrada y destruida, pero de la que se salvaron unos pocos ejemplares que se habían vendido en el extranjero. Y añadía aun Mészaros, sin ánimo de exhaustividad, el caso de un drama del que sólo se conservó una versión incompleta en alemán (Das jüngeste Gericht), subrayando que los mencionados no eran sino unos pocos casos en una lista más extensa, que se nutría básicamente de información que el propio autor había ido dejando diseminada en sus Diarios (de los que Salamandra publicó en 2008 los correspondientes al período 1984-1989).
En los diarios correspondientes a 1949 y 1950, Márai menciona reiteradamente su intención de publicar la tercera parte de la trilogía iniciada con Confesiones de un burgués, cuyas dos primeras entregas se habían publicado varios años antes (en 1934 y 1935, respectivamente). Finalmente, Márai, que desde el momento de su exilio nunca permitió que su obra se publicara en Hungría hasta que se hubieran celebrado allí elecciones democráticas, pudo ver impresa esa tercera parte (¡Tierra, tierra!) en Toronto (Canadá), en 1972, bajo los auspicios de la editorial de Stephan Vörösváry-Weller (Vörösváry-Weller Publishing Co.), cuyo catálogo, multilingüe, se nutría de obras de exiliados entre las que se contaban las memorias de quien fuera regente de Hungría Miklós Horthy (1868-1957), de las del cardenal Joszef Mindszenty (1892-1975), así como de algunas obras literarias de autores como el polémico transilvano Albert Wass (1908-1998), que permanece inédito en español, el ensayista Imre Kóvacs (1913-1980) o el gran poeta y antólogo del destierro húngaro Férenc Fay (1921-1981). Como es fácil suponer, el grueso de los lectores de estas ediciones eran también exiliados.
Fue otro filólogo húngaro, Péter Bod, quien a raíz de la publicación de los diarios completos de Márai advirtió que el contenido de esa edición canadiense de ¡Tierra, tierra! no se correspondía de un modo fiel y exacto con lo que el autor había consignado en sus textos personales acerca de ese libro, y además explicaba el motivo de su renuncia a darlo a imprenta tal como lo había concebido.
Y, de repente, se abre la caja de las sorpresas. En una de las veintidós cajas que contenían el legado Márai, que llegó en 1997 al Petofi, existía una carpeta con dos indicaciones manuscritas: “¡Tierra, tierra!”, tachado, y “Confesiones de un burgués III”, que no era una tercera versión ni respondía sólo a un cambio de título, sino que contenía una versión de ¡Tierra, tierra! que se iniciaba con unos cuantos capítulos que cubrían el período histórico iniciado con el auge del nazismo (a partir de 1938) hasta el inicio del exilio de Márai (1948). Salían a la luz en 2003, pues, unos capítulos que cubrían unos hechos que, de la lectura consecutiva de Confesiones de un joven burgués y la versión hasta ahora conocida de ¡Tierra, tierra!, parecían haberse callado en una pudorosa elipsis; sin duda, como explicita en un pasaje clave de los diarios, en una actitud fácilmente comprensible sobre todo en un exiliado:
No dejaré que los dos primeros capítulos de Confesiones de un burgués III lleguen al público extranjero. No quiero que lean esta triste confesión, esta acusación entre húngaros. En húngaro, para los húngaros, sí… Pero que los extranjeros no lo sepan.
El resultado de todo ello, al fin y al cabo, es que lo que durante mucho tiempo había podido tomarse como una elipsis se descubrió que era en realidad consecuencia de la ocultación por parte del autor primero y la pérdida en una carpeta ambiguamente rotulada después de una parte muy delicada e impactante del manuscrito, aquella en la que Márai dedicaba una mirada crítica a su patria y, al hilo de otras muchas reflexiones interesantes, identificaba en la burguesía a la responsable de garantizar la supervivencia de la alta cultura europea ante los embates de la barbarie que suponían tanto el fascismo y el nazismo como el comunismo, pues, entre otras razones para ello, era la única que podía comprar libros en un mercado tan reducido como el de la literatura húngara; la burguesía, pues, debía cumplir con ese deber, que era también motivo de orgullo. No es grano de anís.
Cuando de repente aparecen textos inéditos de un autor de la importancia literaria de Márai (equiparable sin duda alguna a la que puedan tener Robert Musil, Joseph Roth o Milan Kundera), el común de los mortales tendemos a suponer que, si el autor no los dio a imprenta sería porque, o bien ponen al descubierto aspectos que por pudor no deseaba hacer públicos en vida, o bien porque se trata de obras menores con las que el autor en cuestión no se sentía artísticamente satisfecho, y que por consiguiente su interés puede ser enorme para los especialistas pero difícilmente para los aficionados. Sin embargo, no es éste el caso de esos capítulos, que en 2014 Albin Michel publicó en francés en una de sus colecciones más emblemáticas (Les Grandes Traductions) con el título Ce que j´ai voulu taire (traducción y nota final de Catherine Fay) y posteriormente Salamandra acaba de incorporarlo a su completo y selecto catálogo de obras del clásico húngaro por antonomasia (con permiso de Imre Kertész y Magda Szabó, por supuesto).
Recordaba en un tuit el 6 de mayo de 2015 el escritor y editor mexicano Héctor Orestes Aguilar que hay todavía pendientes de recuperación algunas obras de Márai que en su día fueron publicadas en español pero sujetas a la censura, como es el caso de la traducción de Ferenc Oliver Brachfeld (1908-1967) de Música en Florencia (Destino, 1951), cuando en realidad la obra en cuestión no es otra que A növer, que Salamandra publicó con el título La hermana en el año 2007. Ello es ejemplo de la confusión generada ya no sólo por las diversas formas en que se han agrupado en ocasiones los textos de Márai, sino también por las traducciones diversas que ha tenido un mismo título, lo que a menudo dificulta identificarlo a quienes no somos capaces de leer en húngaro.
En cambio, sí lleva toda la razón el editor mexicano al señalar que no disponemos de una versión nueva de Los celosos (Féltékenyek) que publicó José Janés Editor en 1949, que es la segunda entrega del ciclo de los Garren, iniciado con Los rebeldes, cuya primera edición publicó Zeus en 1931 y posteriormente, con el título A la luz de los candelabros, apareció en Destino (1957), antes de la edición en Salamandra (1999) recuperando el título más fiel. El lector curioso puede acceder en las páginas de la revista Destino, por ejemplo, a ocho textos breves de Márai, en traducción al español de Oliver Brachfeld, que no se han vuelto a publicar, y algunos otros aparecieron en volúmenes como los Cuentos húngaros recopilados por Antonio Villeti (Hispanoamericana de Ediciones, s/a); incluso es probable que haya otros casos similares dispersos por alguna otra publicación periódica española de los años cuarenta y cincuenta, cuando Márai era uno de esos raros autores que en España aunaba popularidad y prestigio literario. Quizá alguna pequeña editorial autoproclamada independiente, quién sabe, acabe por interesarse lo suficiente por este tipo de material.
La empresa de recuperar la obra completa de Márai es realmente de una ambición formidable y acaso excesiva, basta con dar una simple ojeada a su impresionante y variadísima bibliografía, en la que conviven textos teatrales, periodísticos, autobiográficos, novela, cuentos y relatos breves, poemas, por no mencionar siquiera su muy nutrido y prometedor epistolario. En cualquier caso es evidente que, por muchos motivos (históricos, biográficos, literarios, editoriales), la de Lo que no quise decir es una de las recuperaciones más indispensables y contribuye además a redondear el ciclo de Confesiones de un joven burgués, aguda y lúcida obra memorialística cuya lectura puede ser una continuación estupenda a, pongamos por caso, El mundo de ayer de Stefan Zweig.

Pasaporte de Sándor Márai.
Fuentes:
Sándor Márai en Salamandra.
Sándor Márai, Lo que no quise decir, traducción de Mária Szijj, Barcelona, Salamandra, 2016.
Sándor Márai, Ce que j´ai voulu taire, Albin Michel (Les Grandes Traductions), 2014. Añade un apéndice de Tibor Mészaros y una nota sobre la traducción de Catherine Fay.
Javier Aparicio Maydeu, «De letras húngaras», Libros. El Periódico de Catalunya, 3 de diciembre de 1999, p. 6, recogido en Lecturas de ficción contemporánea. De Kafka a Ishiguro, Madrid, Cátedra, 2008, pp. 525-526.
Eva Cserháti, «De Kubala a Kertész. Más de cien años de traducción de la literatura húngara en España (1887-2007)», en Vasos comunicantes, núm. 41 (invierno 2008-2009), pp. 51-56.
Eszter Oszbán, «Sin cafés no hay literatura», Literatura Húngara on line.
Como bien dice, Música en Florencia se publicó posteriormente con el títilo de La Hermana, y A la luz de los candelabros, título de la primera edición, posteriormente se ha editado con el titulo de El ultimo encuentro. Saludos.
La cuestión más inquietante es que es de suponer que, por el hecho de haber sido publicadas en periodo de censura franquista, esas primeras ediciones (Música en Florencia y A la luz de los candelabros, muy probablemente aparecieran en traducciones poco fieles al original, para no tener problemas con Censura. Muchas gracias por el comentario, Olga.
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Creo que debemos recordar aspectos de la obra de Márai. Por ejemplo, se tradujo como «A la luz de los candelabros» y luego como «el último encuentro». No obstante, su título original es «las velas arden hasta el cabo», que Márai lo toma del poema «The ruine cottage» de William Wordsworth. Att. Alfredo
Adquirí hace algunos meses un ejemplar de Los celosos, Colección Los Escritores de Ahora, de José Janés Editor 1949. Una verdadera joya y, me gustaría conseguir, también, Los Ofendidos.
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