La llegada de Manuel Andújar (Manuel Culebra Muñoz, 1913-1994) a España en marzo de 1967, después de un largo exilio en México como consecuencia del resultado de la guerra civil española, va asociada casi siempre a su incorporación a Alianza Editorial, para la que, debido a sus contactos con un sinnúmero de escritores y críticos literarios era un mirlo blanco. Sin embargo, además de publicar sus propias obras en su país, el objetivo principal de Andújar cuando regresa a la Península es poner en pie una editorial, y de ahí que, en lugar de establecerse en Madrid donde tenía la sede Alianza, lo haga en Barcelona, ciudad que había conocido ya en la preguerra y durante la contienda. Prueba de su convencimiento de poder llevar a cabo el proyecto es que adquiere un piso en la calle Sardenya (153, 2º, 4ª izda.), donde se instala con su mujer e hija. En todo este proceso de traslados, cuenta además con la ayuda de un importante colaborador, el escultor y grafista catalán Josep Maria Giménez Botey (1911-1974), con quien había compartido exilio en México, donde ambos habían colaborado en el Fondo de Cultura Económica, quien desde 1964 volvía a residir en su tierra.
Para crear lo que el propio Andújar describe como «una modesta editorial», contaba la colaboración de un personaje importante en el mundo del libro en Chile, Joaquín Almendros Jiménez (1904-¿?), periodista de origen leonés que había sido secretario militar del Partit Socialista Unificat de Catalunya y último comisario general en el Ejército del Este, quien había llegado a Chile a bordo del mítico Winnipeg. Almendros Jiménez había empezado en Santiago de Chile por crear la librería Mundi y, posteriormente, asociado a quien durante la guerra era teniente de infantería profesional y luego también pasajero del Winnipeg Aristeo Andrés Cercos, la Séneca (en Huérfanos 836), que contaba también con sala de exposiciones. Sin embargo, más importante sería su labor al frente de la Distribuidora General de Ediciones, de la editorial y distribuidora Orbe, que inicialmente fue también una librería santiaguina (en San Antonio 212), y su participación en la editorial Siluetas, así como, ya en los ochenta, la creación de una editorial con su propio nombre, con sedes en Santiago de Chile y Buenos Aires, en la que publicó a Alberto Glest Gana, Jorge Isaacs o María Quijada, junto a algunos libros de no ficción bastante peculiares sobre la isla de Pascua o la existencia de los ovnis.
Producto de su experiencia en el mundo editorial son el folleto El libro y la difusión cultural en México (1954), con todo el aspecto de ser una conferencia, acaso en alguna feria o congreso, y sobre todo El libro y el problema editorial en Chile, (Talleres Gráficos de Enc. Hispano Suiza, 1958), así que Andújar contaba con un socio muy sólido, en un trato mediante el cual Almendros actuaría de socio capitalista y Andújar, además de un sueldo por dirigirla, aportaría como socio su parte correspondiente de beneficios cuando éstos llegaran. Al poco tiempo de llegar Andújar, estaba ya estableciendo (o reanundando) contactos, estudiando diversas ofertas de impresores, etc., pero Almendros retrasaba una y otra vez su llegada a Barcelona, hasta el punto que en agosto le informó de la necesidad de posponer el proyecto.
Andújar, agotadas sus reservas económicas, y aún pagando las letras de su piso en Barcelona, decidió entonces aceptar la propuesta de entrar en Alianza Editorial como jefe del departamento de promoción y propaganda, aunque eso le supusiera alquilar una nueva vivienda en Madrid. Es muy probable que ése fuera un momento muy decisivo en la trayectoria profesional de Andújar, para quien en aquel momento, y a sus cincuenta y cinco años, quizá hubiera sido más fácil considerar esos meses en Barcelona como poco más que unas vacaciones y regresar a México para reemprender su carrera. No hay duda de que la oferta le llegó en un momento idóneo. En cualquier caso, en octubre de 1967 Manuel Andújar se integra en Alianza, donde permanecería hasta un acuerdo de semijubilación que le obligaba a sólo dos mañanas en la editorial y a una notable disposición de tiempo.
Acerca del proyecto frustrado en asociación con Almendros, las gestiones que a finales de los sesenta llevó a cabo Andújar para poner en pie la colección Valira, en el seno de la editorial Aymà, cuyo propósito era reunir a lo que Marra-López consideraba en su hoy clásico Narrativa española fuera de España (1963) lo más granado de la narrativa del exilio (Rosa Chacel, Ramón J.Sender, Max Aub, Francisco Ayala, Segundo Serrano Poncela y el propio Andújar), podrían llevar a pensar que el objetivo era publicar en España a aquellos compañeros de exilio, a muchos de los cuales había publicado ya además en algunas de las revistas en las que había colaborado en México.

Del epistolario del exilio de Andújar sólo se conservan las cartas publicadas por Finisterre en 1968.
Sin embargo, el epistolario de Andújar, que tan a fondo ha analizado Blas Medina Ávila, revela algunos títulos que estaban en estudio y que quizá pueden apuntar más bien a la introducción de literatura extranjera, sobre todo alemana pero también francesa, italiana y latinoamericana. Entre los ejemplares que Andújar se ve en la necesidad de devolver a sus autores cuando el proyecto se abandona por completo, se cuenta por ejemplo un libro apenas conocido, Proklamationen und Manifeste zur Weltgeschichte, de Margrit Henning, o Machado e Garcia Lorca, del prestigioso historiador y crítico literario Virgilio Titone (1905-1989), que en 1967 acababa de publicar la pequeña editorial napolitana Giannini. Ello permite aventurar, pese a la escasez de datos, que el ensayo de humanidades serían donde pondría sobre todo el foco este proyecto, hipótesis que se refuerza a la vista de las editoriales y librerías destinatarias de las devoluciones de originsles y ejemplares que Andújar había estado estudiando.
Sin embargo, el epistolario entre Manuel Andújar y el escritor peruano Arturo D. Hernández (1903-1970) permite asegurar que algún espacio tendría también la novela, pues al parecer había el compromiso verbal de publicarle en España su novela más conocida, Selva trágica (basada en hechos reales) que, publicada por Juan Mejía Baca & P.L. Villanueva en 1956, había obtenido el Premio Nacional Ricardo Palma, que la reconocía como la mejor novela peruana aparecida del año.
A la altura de septiembre de 1967, cuando el boom hispanoamericano ya estaba tomando velocidad y acababa de premiarse al colombiano Eduardo Caballero Calderón (1910-1993) con el Nadal por El buen salvaje (1966) y al mexicano Carlos Fuertes con el Biblioteca Breve por Cambio de piel (1967), no parecía inoportuna la novela de Arturo Hernández, quien, con sus novelas y relatos situados siempre en la Selva Baja del Perú, se inscribe en el movimiento conocido como regionalismo o indigenismo peruano, en el que suele encuadrarse también a Ciro Alegría (1909-1967), Francisco Ríos Izquierdo (1910-1981) y César Calvo Soriano (1940-2000). Al parecer, a Hernández le había surgido la posibilidad de publicar sus obras en “una conocida editorial mexicana” (que tal vez fuera el Fondo de Cultura Económica), pero era muy consciente de que en ese momento el lugar donde se cocía todo en el ámbito de las letras en lengua española era Barcelona, pero incluso una vez abandonada la idea de crear una editorial e incorporado Andújar a Alianza, el escritor peruano volvió a insistir en un intento de ser publicado en España. Aun así, llegaría antes la traducción al inglés (obra de Raymond A. Enstam para Quaestor Press en 2015) que la edición española.
Son muy escasos los datos disponibles para atisbar por dónde iría este proyecto que dirigía Andújar y que no llegó a ver la luz, pero si de algo deja constancia el epistolario aludido es de la intensísima actividad del autor malagueño, que en cuanto pone un pie en Barcelona ya está removiendo contactos, pensando en introducir obras jamás publicadas en España y tomándole el pulso a la vida cultural de la ciudad y a las posibilidades del país en este terreno. No está del todo claro por qué no cuajó el proyecto y Almendros siguió retrasando su viaje, si bien en el ínterin murió su padre y son años en que Orbe despliega una gran actividad. En cualquier caso, hay pruebas abrumadoras de hasta qué punto Andújar continuaría siempre siendo un valioso contacto para quienes, compañeros de exilio en los años precedentes, intentaron reincorporarse a la vida cultural española en el tardofranquismo y la transición. De hecho, se convirtió en el agente literario oficioso de muchos de ellos.
Fuentes:
Diego Carcedo, Neruda y el barco de la esperanza: la historia del salvamento de miles de exiliados españoles de la guerra civil, Madrid, Temas de Hoy (Historia Viva), 2006.
Rafael Conte, «Andújar, todo el exilio», en Abc, Sevilla, 17 de agosto de 1994, p. 3.
Rafael Conte, «Nacimiento y muerte del exilio»
, capítulo 24 de El pasado imperfecto, Madrid, Espasa, 1998, pp. 242-249.
Antonio Lago Carballo y Nicanor Gómez Villegas, eds., Un viaje de ida y vuelta. La edición española e iberomaericana (1936-1975), Madrid, Siruela (El Ojo del Tiempo), 2006.
Fernando Larraz, «La “operación retorno” de la narrativa en el exilio en la prensa diaria del Franquismo (1966- 1975). Los casos de Abc, Informaciones y Pueblo», Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, vol. 29 pp. 171-195.
Blas Medina Ávila, Manuel Andújar, su correspondencia, fe de vida y de obra, Facultad de Filología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2014.
Juan Carlos Ramírez F., «Juan Aldea, dueño de Feria Chilena del Libro: Las batallas del librero más antiguo de Chile», La Segunda, 23 enero de 2015.
Luis Antonio Esteve, miembro del Gexel y especialista en la obra de Manuel Andújar, me aporta la siguiente información adicional tras haber leído la entrada, cosa que aprovecho para agradecerle enormemente: «sobre Joaquín Almendros y el inicio de su relación con Andújar, lo contó el mismo Almendros en su libro «Situaciones españolas» (Dopesa, 1974). Almendros era secretario del PSOE en Barcelona y fue uno de los firmantes del «documento fantasma», esto es, el de constitución del PSU. Es interesante el librito. Más tarde se vieron en Chile en 1957 durante el tiempo que Andújar estuvo en Santiago mandado por el FCE».