Joan Palet y los libros, una desenfadada coda sobre la censura franquista

Jacqueline Hurtley, cuyos trabajos sobre el editor Josep Janés (1913-1959) no me cansaré de recomendar, ya en su tesis doctoral analizó y describió la censura a la que fue sometida la traducción al español de Portrait in a mirror, y en un apéndice reproducía además algunas páginas del mecanoscrito con las tachaduras censorias; realmente, el de esta novela de Charles Morgan es un caso bastante singular, en el que además el ilustrador Joan Palet (1911-1996) tuvo un papel que, pasado el tiempo, resulta bastante gracioso.

En 1942, cuando Janés acababa de disolver la asociación que en la inmediata posguerra había intentado con Félix Ros (1912-1974) para llevar adelante la editorial Emporion, una de las primeras iniciativas que llevó a cabo fueron las Ediciones Lauro, conocidas sobre todo por su colección Aretusa (inicialmente encuadernada en rústica). En esta colección se publicó Retrato en un espejo (Premio Fémina 1930), pero con la singularidad de ser editada con ilustraciones, de Palet, encuadernada en tapa dura y con punto de lectura en tela. Recordando experiencias recientes de Janés con la censura, Hurtley aventura con mucho tino que muy probablemente este trato excepcional a la novela de Morgan respondía quizá a la voluntad de pasar el filtro de la censura franquista, que se mostraba más flexible con las ediciones lujosas por considerar que, dado su precio más elevado, difícilmente caerían en manos «poco convenientes» (es decir, las clases populares, a las que se suponía maleables).

Josep Janés.

La obra tuvo una inesperadamente buena acogida y recepción, y fueron muy elogiadas las ilustraciones de Palet. De hecho, la idea de los libros ilustrados o decorados fue una de las grandes iniciativas de Janés en aquellos años de la inmediata posguerra, aunque comportaran algunos inconvenientes, problemas de producción y retrasos. Así, explica Janés en su estupenda conferencia «Aventuras y desventuras de un editor»:

Solían ilustrar muchas veces los libros sin leerlos. Joan Commeleran me ilustró una vez una novela de veinte capítulos con veinte escenas, todas ellas referentes al primero. Pedro Pruna dibujó unos personajes que, según la obra, eran niños de ocho o nueve años, y me los representó, él, con bigote, y ella, con una figura que resultó un retrato anticipado en doce años de esa señora, de tanto relieve en la pantalla de hoy, que se llama Gina Lolobrigida. […] Había excepciones, claro está. [Josep M.] Mallol Suazo, [Joan] Palet [Evarist] Mora, Eduardo Vicente y muchos otros eran de una seriedad impecable.

Pere Pruna (1904-1977).

En Retrato en un espejo –«una novela perfecta», en palabras quizá demasiado entusiastas de Ricardo Gullón, que la emparenta con Jane Austen y Henry James– el joven pintor Nigel Frew rememora en primera persona el momento en que siendo muy joven se enamoró de Clare Sibright (cuando ésta estaba a punto de casarse), más por cómo se la imaginaba que por cómo era ella realmente, y su posterior frustración al negarse Clare a acompañarlo cuando, en un arrebato de pasión, le propuso una muy novelesca huida. El quid de la novela sin embargo, reside en el hecho de que Nigel se enamora de la idea que se ha hecho de Clare, y ello se pone de manifiesto cuando intenta pintar un retrato al óleo de su amada. Sólo consigue retazos, esbozos de sus manos, de su pelo, de su cuello, porque lo que en realidad parece desear es poseerla desde un punto de vista artístico, estético y muy romántico, y cuando comprende eso su pasión se apaga. En una segunda parte, convertida Clare en la esposa de Ned Fullaton en un aburrido matrimonio, es ella quien no puede quitárselo de la cabeza, y el desenlace es, efectivamente, el que es fácil suponer y que muy poca gracia le haría a la censura franquista.

Sin embargo, y resumiendo el relato que hace Hurtley del caso, la censura obligó sobre todo a tachar:

unas alusiones a los monjes y a Dios que se interpretarían como irreverentes e, incluso, heréticas, por lo que se refiere a Dios y, luego, la versión de la obra autorizada revela la supresión o sustitución de lenguaje explícitamente físico o sensual y la comparación cruda de los labios de la protagonista con los de una prostituta.

Sin embargo, la censura dejó pasar la escena en que Nigel se imagina el cuerpo desnudo de Clare y eso despierta su deseo, quizá sin tener en cuenta que esa escena se desarrolla en el interior de una iglesia.

Portada de la edición de 1957 .

Por si esto fuera poco, ya el traductor (Alfonso Nadal) o quien corrigiera la traducción se ocupó de atenuar el lenguaje, dando en la versión española “belleza física” como traducción de the body o traduciendo como “amor” lo que en el original era passion.

Con todo, lo más jugoso de esta historia queda para el final, que ya en la resolución definitiva de la Delegación Nacional de Propaganda (del 30 de junio de 1942) se pedia que el traductor «suavizara». Lo que decía la primera versión de traducción, y de lo que se deducía que se había consumado el acto sexual, era lo siguiente: «de modo que mi cabeza descansó en su pecho y sus cabellos cayeron sobre mí», frase que fue muy convenientemente tachada por el censor de turno.

Joan Palet pintando al aire libre en 1973.

Lo jocoso del caso es que esa fue precisamente la imagen que Plaet concibió, y Janés hizo imprimir, como última ilustración de la obra. Cabe discutir, sin fundamento ni pruebas, si fue un modo intencionado o no de torear a la censura, pero en cualquier caso no deja de tener su gracia.

Tambien la tiene que, visto lo visto, Gullón rematara su reseña con el siguiente comentario, en el que pone de manifiesto lo arriesgado que resulta hablar de las tracucciones cuando no se ha llevado a cabo un cotejo mínimamente serio del original con su versión traducida:

Es un deber fácil y gustoso de cumplir consignar que la versión castellana de Retrato en un espejo se presenta en esmerada y bella edición de la colección Aretusa que dirige José Janés. La traducción de Alfonso Nadal, cuidadosa y poética, es fiel trasunto del original inglés. Lleva ilustraciones muy delicadas de Juan Palet. En conjunto el libro resulta digno por su presentación de la obra con que, si no me engaño, se da a conocer a Charles Morgan al lector español.

Portada de la edición de 1942.

Fuentes:

Ricardo Gullón, «Retrato en un espejo», Escorial, núm 32 (junio de 1943), pp. 449-453.

Jacqueline Hurtley,La literatura inglesa del siglo xx en la España de la posguerra: la aportación de José Janés, tesis de doctorado, Universitat de Barcelona, 1983.

La profesora Jacqueline Hurtley tras recibir el Premio de la European Society of the Study of English por su biografía de Walter Starkie.

Jacqueline Hurtley, «La obra editorial de José Janés: 1940-1959», Anuario de Filología (Universitat de Barcelona), n. 11-12 (1985-1986), pp. 293-329.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés. El combat per la cultura, Barcelona, Curial (Biblioteca de Cultura catalana 60), 1986.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés, editor de literatura inglesa, Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias (Letras, Ciencias, Técnica 28), 1992.

Josep Janés i Olivé, «Aventuras y desventuras de un editor», conferencia pronunciada en la Biblioteca Central de la Diputación de Barcelona con motivo de la Exposición de la Fiesta del Libro de 1955 y publicada como anexo al Catálogo de la producción editorial barcelonesa entre el 23 de abril de 1954 y el de 1955, Barcelona, Diputación de Barcelona,1955.

Josep Mengual, A dos tintas. Josep Janés, poeta y editor, Bareclona, Debate, 2013.

Eduaro Ruiz Bautista, coord., Tiempo de censura. La represión editorial durante el franquismo, Gijón, Ediciones Trea (Biblioteconomía y Administración Cultural 188), 2008.

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