La censura ante el gran best seller sobre la guerra civil española

Al equipo que ha puesto en marcha la segunda etapa

de la revista sobre censura de libros Represura.

Se ha escrito que uno de los pilares del éxito económico de la editorial de José Manuel Lara Hernández (1914-2003) fue en un determinado momento la novela de José María Gironella (1917-2003) Los cipreses creen en Dios (1953), por la que ese año obtuvo el Premio Nacional de Literatura. “José María Gironella fue el escritor español de posguerra que más dinero hizo con la venta de sus libros”, ha escrito Sergio Vila-Sanjuán, quien cifra las ventas de la trilogía que forma con Un millón de muertos (Planeta, 1961) y Ha estallado la paz (Planeta, 1966) en cerca de seis millones de ejemplares.

Gironella se había estrenado como poeta en prosa con Ha llegado el invierno y tú no estás aquí (1946), texto aparecido en el interior y como separata del número 20 de Entregas de Poesía, la revista que entre 1944 y 1947 llevaron adelante Juan Ramón Masoliver, Diego Navarro y Fernando Gutiérrez. El mismo Gironella explicitó el principal motivo que le llevó a estrenarse como escritor en lengua española: “Existen varias razones. La primera, que cuando empecé a escribir (me presenté al Premio Nadal en 1945) el uso del catalán estaba absolutamente prohibido. Y yo tenía vocación de escritor, no de héroe”.

Knopf, 1955, se vendía en un estuche.

Con su primera novela, Un hombre (Destino, 1946), que efectivamente obtuvo el prestigioso Premio Nadal, vendió “sólo” 800 ejemplares, y a ésta siguió La marea (Ediciones de la Revista de Occidente, 1949), que alcanzó la cifra un poco menos modesta de mil. Al concluir su tercera novela, Los cipreses creen en Dios, la presentó de nuevo al editor de Destino, José Vergés, quien se la rechazó probablemente convencido de que, por aquellos años, la censura difícilmente aceptaría publicar una obra que abordaba el tema de la preguerra y la guerra civil española (1931-1939) con voluntad de ecuanimidad. Sin embargo, previamente, en 1951, la había presentado a censura la Revista de Occidente, y había obtenido autorización para editarla, pero descartó la publicación de la obra de Gironella más bien por temor al escándalo que era previsible que Los cipreses creen en Dios pudiera desencadenar. Tal como contó el proceso de autorización el propio Gironella:

…era la primera vez, desde 1939, que un autor pretendía publicar en España un libro en el que quedaba claro que los procedimientos de represión en los dos bandos eran prácticamente iguales. El titular del Ministerio, en esa época, como usted sabe, era [Gabriel] Arias Salgado. Su actitud fue de ingenua perplejidad. No acertaba a tomar una decisión, pues yo le hice notar que la obra estaba siendo traducida a cinco idiomas [en EE.UU. apareció en dos volúmenes en la selecta Knopf]. Visiblemente, el dato le colocó en una situación incómoda. Parece ser que, en última instancia, el plácet lo dio alguien superior a él. Como fuere, el libro salió íntegro, con sólo una tachadura: las palabras “Niño Jesús”. En un mismo párrafo aparecían los nombres de Franco, de Celia Gámez y el Niño Jesús. “Hay que quitar uno de los tres”, me dijo el ministro.

Gabriel Arias Salgado.

Sin duda, la mera posibilidad de que el libro pudiera aparecer en Francia con una faja en la que se pusiera de manifiesto que se trataba de una obra censurada en España –lo que es muy probable que contribuyera a su éxito– actuó como acicate para que la esta novela fuera aprobada, pero eso no le evitó al autor tener que vérselas con los “servicios” censorios. La engorrosa y agotadora batalla de Gironella consistió sobre todo en demostrar la veracidad de algunos de los episodios que contaba en la novela, para lo que tuvo que entretenerse en aportar una cuantiosa información para rebatir cada una de las objeciones que se le pusieron en cuestiones de veracidad histórica. Pero todo hace pensar que, en la España de aquellos años, la publicación de un libro de estas características sólo era posible en una empresa a cuyo frente estuviera un filofranquista fuera de toda duda como era José Manuel Lara Hernández.

Hay que añadir a ello tanto las declaraciones a la prensa que hizo el autor a raíz de la publicación de esta novela señalando que su novela disgustaría a los exiliados porque a ellos atribuía el origen y crudeza de la guerra, así como el ilustrativo prólogo que escribió para el segundo volumen de la trilogía, en que presentaba su obra como un contrapeso a la imagen que de esa época de la historia española habían trazado autores como George Bernanos, Arthur Koestler o André Malraux, entre otros.

De izquierda a derecha, Guillermo Díaz Plaja, Manuel Aznar Zubigaray, José María de Areilza, José Manuel LAra y Rafael Borràs Betriu.

Cuando años después entró en vigor la conocida como Ley Fraga, la petición de anteponer un prólogo explicativo a aquellas obras susceptibles de ser prohibidas era uno de los métodos que empleó la censura para nadar y guardar la ropa, es decir para autorizar textos que de otro modo bien podían verse enfrentados a una denuncia.

El episodio de la aprobación de Los cipreses creen en Dios pone de manifiesto hasta qué punto, incluso al margen de los cauces oficiales establecidos para la aprobación de las obras literarias, la censura trabajaba franquista sujeta a condicionantes que iban más allá de lo estrictamente establecido, y que no se atenían sólo al contenido de las obras que debían evaluar, sino también a circunstancias como quién la publicaba y cuál era el contexto internacional.

Fuentes:

Antonio Beneyto, “José María Gironella: ¿El testimonio de una guerra?”, en Censura y política en los escritores españoles, Barcelona, Euros (España: Punto y Aparte), 1975, pp. 144-149.

Fernando Larraz, Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo, Gijón, Trea (Biblioteconomía y Administración cultural), 2015.

Sergio Vila-Sanjuán, Código best seller. Las lecturas apasionantes que han marcado nuestra vida, prólogo de José Antonio Marina, Madrid, Temas de Hoy, 2011.

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