Adolfo Castañón, el sabio del Fondo

Hace ya mucho tiempo que circula el rumor, la leyenda urbana o vaya usted a saber qué de que el nombre Fondo de Cultura Económica nació de una errata y del celo excesivo de un corrector tipográfico, pues originalmente debía llamarse Fondo de Cutlura Ecuménica, cosa que resulta bastante lógica. En cualquier caso, si non è vero,è ben trovato.

Más interesante y menos conocido quizá es que el autor del logo de esa editorial fue obra de uno de los poetas españoles importantes del siglo XX, José Moreno Villa (1887-1955), que recaló en México como consecuencia del resultado de la guerra civil española.

Lo cuenta por ejemplo Adolfo Castañón en “José Moreno Villa: a la luz de sus ojos”, publicado en un volumen más interesante que conocido, cuya edición corrió a cargo de tres primeras espadas de la filología en México: Rose Corral, Arturo Souto Alabarce y James Valender, con la colaboración de Gabriela Martín. Poesía y exilio. Los poetas del exilio español en México (El Colegio de México, 1995), abrigados por una cubierta diseñada por Mónica Díez-Martínez e ilustrada por Antonio Rodríguez Luna, alberga una cuarentena larga de textos correspondientes a las ponencias presentadas en el Coloquio Internacional celebrado en México entre el 24 y el 18 de mayo de 1993, y entre sus autores conviven los creadores (Federico Patán, Nuria Parés, Tomás Segovia, Ramon Xirau, Martí Soler) con los académicos (Derek Harris, Nigel Dennis, Bernard Sicot, Susana Rivera, Guillermo Sheridan) y con algunos otros de difícil clasificación, como es el caso de Castañón, que juega en todas las ligas (poeta, editor, traductor, ensayista, profesor, narrador…).

Cuenta Adolfo Castañón en ese texto:

Pocos saben que el autor del dibujo emblemático de la editorial Fondo de Cultura Económica es obra de José Moreno Villa […] El dato sobre el logotipo de la Casa lo recordó su viuda, Consuelo Nieto, en carta a nuestro director con motivo de la reedición de algunos de sus libros y está publicado en la Iconografía de José Moreno Villa (FCE, 1988). Algunos intérpretes traviesos sostienen que la f simboliza una cruz a cuyos costados se acomodaban un ladrón bueno por su fe en la letra (la c de la cultura) y un ladrón malo (la económica e). No es extraño que Moreno Villa haya sido el autor de ese emblema.

Al margen del valor intrínseco de esta anécdota, de su interés histórico, el pasaje citado vale como primer acercamiento a uno de los prosistas más amenos, profundos y omnicomprensivos de cuantos en español se han ocupado del mundo –o, quizá, para emplear un término más castañoniano, la ciudad– de los libros. Castañón sabe como pocos enseñar deleitando.

Más accesible para el lector peninsular, más allá de poder seguirle ocasionalmente en Letras Libres, y sin duda más nutritivo, es su Trópicos de Gutenberg. Escenas y mitos del editor (2012), excelente muestra de una prosa juguetona, refrescante e incisiva puesta al servicio de una amplísima gama de aspectos relacionados con la letra impresa y con la lectura (entendida en un sentido amplio), en la que tiene ocasión de desplegar lo que el lector intuye que es una mínima parte de su vastísimo conocimiento sobre este campo del saber.

Adolfo Castañón (n. 1952).

Acaso lo más extraordinario de Adolfo Castañón sea no tanto la amplitud y variedad de sus lecturas, sino su superlativa calidad como lector, su asombrosa capacidad para transitar de una idea a otra en las que sabe encontrar unos parentescos que el lector desprevenido o distraído puede pasar por alto, para maridar lecturas que en cuanto a época, género e incluso ámbito cultural pueden estar a una distancia enorme, y además construir con estas estratagemas un discurso personal y, lo que es más importante, interesantísimo. Una prosa siempre diáfana, amena, de una soltura e ironía que muchos quisiéramos, al servicio de un pensamiento serio y potente, ¿se puede pedir más?

Ivan Illich (1926-2002).

El volumen, compuesto de textos ya publicados y otros inéditos (algunos procedentes de conferencias e intervenciones en otros actos públicos) se divide en seis grandes secciones cuyos títulos pueden dar una idea de por dónde irán los tiros: El mito del editor y otros ensayos sobre libros y libreros, Algunas condiciones de la traducción y la edición, Variedades de la experiencia libresca, Semblanzas (Ivan Illich, Siegfried Unseld, Octavio Paz y Enrique Fuentes), Cheque y carnaval y Ex libris.

La amplia y brillante trayectoria de Castañón (en su mayor parte en el Fondo de Cultura Económica) le han dotado de la amplitud de conocimientos necesaria para decir cosas nuevas, interesantes y pertinentes acerca de toda la cadena de transmisión de conocimiento libresco, desde el diseño gráfico hasta la educación, desde la escritura a la promoción, de la impresión a la lectura creativa…, y su particular estilo, del que es fácil extraer sentencias vagamente emparentadas con las de Max Aub, convierten el trayecto por estas páginas en la invitación a un constante diálogo constructivo, edificante y estimulante con un verdadero maestro en el sentido fuerte de la palabra.

El poeta-editor Octavio Paz (1914-1998).

Desde quien sienta curiosidad por cómo Octavio Paz (de cuyas obras completas se ocupó Castañón) enfocaba el proceso creativo en tanto editor, pasando por los traductores responsables, los críticos literarios con ganas de resultar útiles a la sociedad, los lectores ávidos de aire fresco, los editores comprometidos con la cultura, hasta quien desee conocer los principales retos a los que se enfrenta el mundo del libro en América, y particularmente en México, será difícil que alguno de ellos quede insatisfecho con esta lectura, cosa que no significa, sin embargo, que pueda sentirse en todo momento cómodo, pues una de las virtudes de Castañón es precisamente interpretar el papel de tábano socrático, pinchando cuando es necesario, metiéndole el dedo en el ojo a la injusticia, a los falsos valores o a la estulticia intelectual, y todo ello desde una posición política que se hace más explícita sobre todo en las últimas secciones.

Quienes en su momento se entusiasmaron con Los demasiados libros de Gabriel Zaid –y me consta que no fuimos pocos– y no conocieran la obra de Adolfo Castañón, tienen a su disposición un festín. Ya tardan.

Adolfo Castañón, Trópicos de Gutenberg. Escenas y mitos del editor, prólogo de Alejandro Katz, Madrid, Trama Editorial (Tipos Móviles 13), 2012.

Fuentes adicionales:

Adolfo Castañón, «José Moreno Villa: a la luz de sus ojos», en Rose Corral, Arturo Souto Alabarce y James Valender, eds., Poesía y exilio. Los poetas del exilio español en México, México, El Colegio de México-Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios: Fondo Eulalio Ferrer (Serie Literatura del Exilio Español 2), 1995, pp. -336.

Mario Eraso, «Adolfo Castañón: la sombra y su vuelo«, Crítica. Revista Digital, 152 (23 de febrero de 2013).

Roberto García Bonilla, «Adolfo Castañón, un intelectual editor«, Siempre!, 11 de enero de 2014.

José Carlos Morales, «Por los trópicos de Gutenberg. Un viaje alrededor del libro«, Iberoamericana Vervuert, 22 de octubre de 2012.

6 comentarios en “Adolfo Castañón, el sabio del Fondo

  1. Estimado josepmengu, sobre la leyenda del nombre FCE, le sugiero la lectura de las memorias de su fundador, el historiador, economista y editor Daniel Cosío Villegas, publicadas por Joaquín Díez-Canedo. Respecto al logo existe controversia, hay quienes aseguran que la viuda se equivoca, ya que José Moreno Villa arribó a México años después de la fundación del Fondo. Quienes se oponen a la versión de Consuelo Nieto, le atribuyen el diseño del logo al grabador y artista gráfico Francisco Díaz de León.

    • Gracias, Freja por la aportación. He leído diversas versiones sobre el nombre, desde las que lo atribuyen al hecho de ser Cosío Villegas economista hasta a la intención de hacer libros económicos, de bajo precio. En la página web del FCE se explica que nació para abastecer la recién creada Escuela Nacional de Economía. De ahí que no sea explícito en cuanto a ese aspectos, pero tomo nota de la recomendación. En cuanto al logo y al momento de su creación, el hecho de que aparezca en la iconografía de Moreno Villa (editada precisamente por el Fondo), añadido al hecho de que, aun en España, Cossío iniciara tratos con Ortega y Gasset acerca de la voluntad de publicar ensayo, me llevaron dar por buena esa atribución, pero desconocía la hipótesis acerca de Díaz de León (que parece bastante convincente), que solo gracias a tu noticia he leído ahora:
      http://www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/prensa/Detalle.aspx?seccion=Detalle&id_desplegado=30067
      Sin duda, la historia editorial está llena de misterios que habrá que ir desentrañando. Gracias, muchísimas gracias por enriquecer tanto con tan pocas palabras el texto. Es un privilegio contar con tan buenos lectores, gracias de veras.

      • Me parece muy interesante esta entrada. Hace tiempo que estoy suscrito a tus artículos y hoy por fin me animo a comentar.

        Creo que en este asunto concreto, se dio una convergencia de procesos históricos.
        Según comentó en una conferencia Javier Garciadiego, presidente de El Colegio de México, Cossío Villegas había fundado años antes una editorial dedicada al conocimiento de economía para no recaer en la crisis del 29. Esta editorial pudo haber quedado vinculada con editoriales españolas. En su viaje a España Cossío se entrevistó con Ortega y Gasset, por ejemplo, el cual se negó que se debieran publicar obras dedicadas a la economía.

        Para Cossío, en cambio, era evidente la necesidad del FCE. Sólo hay que recordar que años antes la Revolución Mexicana había rechazado el modelo anterior, y el nuevo modelo había sido cruelmente cercenado con la crisis de 1929. Mutatis mutandis, la analogía con la España contemporánea anima a pensar en unos cuantos FCE.

        Cuando empezó la diáspora republicana, de los primeros en llegar fueron José Gaos, Enrique Díaz-Canedo, Juan de la Encima (crítico de arte), Adolfo Salazar (musicólogo) y la joven filósofa María Zambrano. Ya que la Casa de España no tenía espacio para todos, Cossío ofreció algunos cuartos de sus dependencias del FCE, en la céntrica calle Madero. Eso creó unas confluencias tremendas. Como los profesores españoles no tenían retribución económica permanente, pudieron sacar otro sueldo para redondear el mes con trabajos realizados para el FCE, sin salir a buscarlo pateando la ciudad: sin moverse del escritorio.

        Sobre el logo de José Moreno Villa, el comentario anterior tiene razón por las fechas. Sin embargo, esta incógnita también la transmitió el citado Garciadiego. JMV fue un hombre de arte, entregado a la práctica (cine, pintura, poesía, etc.). Ya hizo sus dibujos en las revistas andaluzas antes de salir expulsados por el atropello franquista. Quién sabe si fue él quien hizo el logo… También puede pensarse que el citado diseño fuera posterior, salido de esas confluencias con la Casa de España.

        Muchas gracias por mantener este blog, que lo sigo con interés.

      • Caramba Gonzalo, tu comentario me reafirma en la creencia de que los lectores de este blog son excepcionales. Te agradezco enormemente el documentado comentario, que añade nuevos indicios al asunto. La verdad es que el asunto de las fechas es el argumento que más convincente me parece, pero en mi respuesta anterior añado un enlace en el que se reproducen declaraciones de gente «de la casa», como Martí Soler o Alí Chumacero, que atribuyen el logo, como apuntaba Freja Cervantes, a Díaz de León. Quizá ha llegado el momento de que alguien se anime a recopilar todos los testimoniso, escritos y orales, para desentrañar el misterio del logo, cosa que no creo que hasta ahora haya hecho nadie (o yo no he sabido localizar).
        En cuanto al nombre, lo cierto es que de nuevo las fechas son indicativas, pero no he visto de momento los no muchos libros del Fondo anteriores a 1937 (habrá que ver el logo) y eso además, como dices, no invalida que el logo (o incluso una versión incipiente del mismo) lo diseñara Moreno Villa desde España.
        No sólo te agradezco mucho la información, sino que te animo además encarecidamente a repetir siempre que lo desees, muchísimas gracias. ¡Hasta pronto!

  2. Pingback: Adolfo Castañón, el sabio del Fondo | RoConArDe

  3. Meses después regreso a este asunto, jusepmengu, con nuevo material bibliográfico para quien se interese en el misterio del logotipo del Fondo. Recomiendo ampliamente la Historia en cubierta de Marina Garone publicada por el Fondo de Cultura en 2011, en este libro se incluye un capítulo de Ernesto Ramírez Morales dedicado al tema: «Los logotipos del Fondo de Cultura Económica»; aquí el autor retoma el problema de las atribuciones, además de ofrecer una evolución gráfica del logo a lo largo de 75 años. Quienes argumentan que Francisco Díaz de León es el creador del logo, se basan sobre todo en su trayectoria artística y en relación con sus grandes contribuciones a la gráfica editorial en la primera mitad del siglo XX en México. Fue creador de la Escuela de Artes del Libro en 1934 -un año antes de la primera publicación del Fondo-, y desarrolló trabajos muy importantes para las instituciones culturales de la época, como ediciones especiales, revistas, y todo tipo de material impreso para la difusión de la cultura postrevolucionaria. La influencia de Díaz de León en el desarrollo del diseño gráfico en México fue decisivo. Espero que este material ayude para continuar conversando. ¡Saludos!

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