En lo que llevamos de siglo XXI, quizás uno de los conflictos más sonados que ha vivido el siempre burbujeante mundo editorial español haya sido el que suscitó la biografía del ex president de la Generalitat de Catalunya Pasqual Maragall, que, en palabras de Miquel Noguer y Carles Geli, “rozó la puerta de los juzgados”, y según Esther Tusquets fue “una historia en sí rocambolesca y siniestra”.

Mercedes Vilanova recibiendo la Creu de Sant Jordi de manos de Pasqual Maragall en 2005.
Sin duda, la repercusión que tuvo este conflicto se justifca tanto por el relumbrón del personaje biografiado como por la trayectoria de las autoras de Pasqual Maragall. El hombre y el político (Ediciones B, 2008), la editora y escritora (nunca sé en qué orden poner eso) Esther Tusquets y la reputada historiadora y antropóloga Mercedes Vilanova, convencida defensora del empleo de fuentes orales para reconstruir la historia y autora de España en Maragall (Península, 1968).
En sus Confesiones de una vieja dama indigna (Ediciones B, 2009), Esther Tusquets contó que fue ella quien, durante una conversacion con Vilanova acerca de su amistad con la familia Maragall, le sugirió que pusiera por escrito las historias que les estaba contando, y que su amiga aceptó, siempre y cuando la escribieran a cuatro manos. Para ello, la familia Maragall les dio todo tipo de facilidades, se grabaron una cincuentena de horas de entrevistas y sobre todo se puso a su disposición material gráfico y en particular material escrito, entre el que se contaban unas “memorias intimistas” del padre de Pasqual, Jordi Maragall, a las que el periodista Lluis Foix se había referido ya en La Vanguardia el 15 de agosto de 1999. Paralelamente al trabajo de las dos autoras, el político estaba trabajando en unas memorias que publicaría RBA.
Todo se aceleró a partir del verano de 2008, cuando se hizo público que las memorias aparecerían en las librerías el 20 de noviembre (¿quién elegiría una fecha tan simbólica? ¿Acaso alguien que pensaba en la muerte de Durruti?). Esto decidió a Tusquets, Vilanova y a su editor a acelerar por todos los medios el proceso final del libro para poder sacarlo en octubre. Vale la pena retomar en este punto las Confesiones:
Exactamente el 2 de octubre [Diana Garrigosa, esposa de Maragall] me reclama en un e-mail –supongo que por consejo del abogado, para utilizarlo si se llega a un juicio– las fotos y me pregunta: «¿Cuándo quedamos para decidir cuáles saldrán en el libro?”, como si nunca las hubiéramos mirado juntas, como si no supiera que el libro está terminado y que en la rueda de prensa, fijada para el 10, se había comprometido Pasqual a participar. En un e-mail del 20 de septiembre me había escrito Diana: “Me alegra que ya esté fijada la fecha. ¿te parece bien que me ponga el salakof y la chaqueta safari?” Obviamente, entre el 20 de septiembre y el 2 de octubre la situación había dado un vuelco considerable.
Así pues, con una tirada de 10.000 ejemplares ya impresa y algunos de esos ejemplares mandados ya a la prensa (se sabe que disponían de un ejemplar Arcadi Espada y Lluís Basssets, por ejemplo), el director editorial de Ediciones B, Ricardo Artola, anunció que “por problemas en la cubierta y en la calidad de la impresión” se habían destruido un número indeterminado de ejemplares. Parece bastante evidente que la familia Maragall se salió con la suya, que era que la publicación de la biografía fuera posterior a la de las memorias.
Quizá no haya motivos para pensar que fuese porque los derechos de autor de la primera eran de Tusquets y Vilanova y en cambio los de las memorias eran, evidentemente, de Maragall. El argumento que esgrimió la familia fue que se sintieron traicionados por las autoras, que no les remitieron pruebas para aprobarlas (cosa que alegaban que se había pactado sólo verbalmente y que cuesta mucho de creer) y, ahí estaba el quid de la cuestión, que se reproducían fragmentos de los diarios del padre de Pasqual, Jordi Maragall, que la familia había puesto a disposición de las autoras. No deja de ser un poco sorprendente, por muchas vueltas que se le dé, que sobre todo Esther Tusquets no cayera en la cuenta de que, con la Ley de la Propiedad Intelectual en la mano, no podían demostrar que estaban autorizadas a reproducir fragmentos de ese diario intimista y lo fiara todo al buen rollo y al feeling que reinó durante las entrevistas. El caso es que, para evitar males mayores, se decidió suprimir una veintena de páginas del libro, aun a riesgo de que sobre todo el relato de los antecedentes familiares se trompicara. Y de ahí el retraso,
Sin embargo, cuando la familia –y en particular Diana Garrigosa– empezó a dar su versión de los hechos y a descalificar en público la biografía y a sus autoras, Ricardo Artola hizo público un texto en siete puntos en el que ponía por escrito su propia visión de los acontecimientos y en el que afirmaba:
Las autoras jamás se comprometieron a someter su manuscrito a la aprobación de la familia Maragall (ni mucho menos a “pactar” con ella asuntos que escapaban a su control, como podía ser la fijación de la fecha de publicación del libro, que competía en exclusiva a Ediones B). […] la familia Maragall, no contenta con el esfuerzo editorial por hacer caso a sus peticiones iniciales, ha pretendido posteriormente: 1) someter el manuscrito a un nuevo proceso de edición, sistemático y rayano en la censura; 2) acusar a la editorial de incumplir el acuerdo que impulsamos de buena fe y que hemos respetado al pie de la letra, y 3) tildar de mentirosas a las autoras, cuyo único delito ha sido confiar en quienes no han sabido sino mostrar un comportamiento errático.
Aun así, el contenido de los pasajes que muy cautelosamente el historiador Ricardo García Cárcel describe como objeto de la “presunta censura impuesta por la familia” salieron a la luz, como no podía ser de otra manera, y en realidad no resultan tan escandalosos como uno podría esperar.

Portada de Montxo Algora para Star, revista cuya última directora fue Karmele Marchante y en la que era habitual la firma de Pau Malvido (Pau Maragall).
Que Diana Garrigosa tuviera en no muy buen concepto a su suegra es casi un tópico gracioso que la humaniza. Los problemas de salud de algunos hermanos de Maragall no son ningún secreto, como tampoco lo es que su hermano Pau se suicidó con una sobredosis. Que Pasqual Maragall se vio empujado a declarar públicamente que padecía alzheimer por presiones procedentes de su propio partido es algo que todos pudimos seguir en directo por televisión, y a nadie escapó que la imprevisible “renuncia a petición propia” de Raimon Martínez Fraile como representante de la Generalitat en Madrid fue precedida (el 8 de mayo de 2007) de su alusión a la enfermedad del president en declaraciones a Radio 4. Y que la «renuncia a petición propia» se le aceptó en cuestión de horas.
Lo que ya resulta un poco disparatado es que se pusiera tanto empeño en evitar que se reprodujeran los fragmentos del diario de Jordi Maragall en que cuenta cómo se escaqueó de ir al frente durante la guerra civil española y que la pasó leyendo a Thomas Mann, o aquellos pasajes en que alude a la entrada de las tropas franquistas en la capital catalana como “la liberación de Barcelona”.
Al camarada Manuel Fernández Cuesta (1963-2013) debió de hacerle mucha gracia semejante episodio censorio de la familia de un presunto izquierdoso tratando de ocultar sus orígenes familiares. Sin embargo, lo peor es que, en palabras de Mercedes Vilanova, “lo que era un estudio de rigor histórico y una síntesis interpretativa del ex president hoy se puede decir que ha quedado en la biografía que quería la familia de Maragall”.
Fuentes:
Lluis Foix, “Una peña de amigos y compañeros”, La Vanguardia, 15 de agosto de 1999, p. 19.
«Las autoras de la biografía de Maragall acusan a la familia de censurar algunos fragmentos«, El Mundo, 29 de octubre de 2008.
Miquel Noguer y Carles Geli, “La accidentada biografía de Maragall”, El País, 25 de octubre de 2008.
Esther Tusquets, Confesiones de una vieja dama indigna, Barcelona, Bruguera, 2009.
Fernando Valls, «Esther Tusquets, Mercedes Vilanova, Ediciones B y los Maragall«, La Nave de los Locos, 29 de octubre de 2008.