A Albert Sánchez Piñol,
en recuerdo de un cerveceo en que Waltari salió a colación.
Lo más probable es que Mika Waltari (1908-1979) sea siempre recordado sólo por el megaéxito internacional que tuvo la que sin duda es su mejor novela, Sinuhé el egipcio –que en España tuvo una historia editorial bastante curiosa–, a lo que contribuyó en gran medida el hecho de que Michael Curtiz la llevó a la gran pantalla en 1954 con un lujoso reparto en el que figuraban Jean Simmons, Victor Mature, Peter Ustinov y John Carradine.
La jugosa trayectoria editorial de este novela en España la narra Rafael Borras en el segundo volumen de sus memorias. Al parecer, en la Editorial Janés surgió muy pronto la sospecha de que la férrea censura de la época no dejaría pasar el libro, por lo que se decidió mandar a examen censorio una edición inglesa que expurgaba los pasajes más conflictivos, mientras que se traducía a partir de una versión íntegra. Y la cosa funcionó.
Del éxito de Sinuhé el egipcio es buena muestra que sea la única que se ha mantenido en el catálogo de Plaza & Janés, que fue desprendiéndose en cambio del grueso de la obra de Waltari, y en particular sus numerosas novelas históricas (S.P.Q.R., El sitio de Constantinopla, Aventuras de Mikael Karvajalka, Aventuras en Oriente de Mikael Karvajalka, etc.), que acabaron confluyendo en la colección Narrativas Históricas Edhasa.
En 1950, coincidiendo con la publicación de Sinuhé el egipcio en la janesiana colección LEDA (Los Escritores de Ahora), cuyas siglas recuerdan la de la iniciativa de Salvador Espriu, se produjo el que probablemente fuese el primer encuentro en Barcelona entre Mika Waltari y su editor, y aunque en esa ocasión se trataba de una breve escala de camino a Madrid, los viajes de Waltari a la Ciudad Condal se harían frecuentes en los años sucesivos, y a menudo Janés lo invitó a su casa, donde le presentó a figuras relevantes de la vida cultural barcelonesa de por entonces.
Sebastián Juan Arbó, uno de los mejores amigos de Janés ya desde los años treinta, cuenta en su libro de Memorias. Los hombres de la ciudad (editado por Rafael Borrás Betriu en su célebre colección Espejo de España) cómo solían desarrollarse estos viajes de Waltari:
De aquí, tras haber cobrado los derechos –era una suma muy crecida– pasó a Italia, donde debió de cobrar también una importante cantidad –tenía dinero en todos los países–; cogió allí la borrachera consabida, o la continuó, o no la dejó, y un día, lo leí en el periódico, compró sellos por valor de millares de liras, se fue a un parque y estuvo arrojando hojas enteras al aire, ya en pleno delírium trémens.
No coincide esta versión con la de Rafael Borrás, quien en el tercer volumen de sus memorias ha ofrecido una explicación bastante asombrosa de estos encuentros. El objetivo del escritor finlandés era cobrar los derechos de publicación de sus obras, que Janés prefería pagarle en mano y en metálico, pero en realidad Waltari nunca lograba cumplir su objetivo, porque, desde el mismo momento que ponía un pie en suelo español, el editor y sus colaboradores se ocupaban de mantenerle en un constante estado de sobrecarga etílica que impedía que reclamara lo adeudado, “y así hasta el año siguiente”, siempre según Borrás. En sus memorias cuenta también Juan Arbó una versión abreviada del frustrado encuentro con Waltari en el restaurante del hotel Colón, de la que sin embargo la versión más pormenorizada la había publicado en La Vanguardia Española el 22 de julio de 1967, con el título “La opinión propia. Reuniones olvidadas”:
A Mika Waltari parece que los periodistas habían de cazarle a la llegada, o después, en algunos, podemos decir, entreactos, si es que los había. El resto del tiempo se lo pasaba en su habitación de hotel, en un completo estado de embriaguez, durmiendo, como se dice vulgarmente, la mona. La historia de nuestra cita fue, cuando menos, digna de esa fama. Nos habíamos citado para cenar en El Colón, donde se hospedaba; había venido con una artista de cine de su país, Finlandia; teníamos que cenar los cuatro y estaba la mesa preparada. Llegamos Janés y yo; el maître del hotel se nos acercó con cara desolada y nos dijo que no habría cena; según él, el novelista había dejado a la artista en el hotel, diciéndole que le esperara; que se había presentado a media tarde, con una borrachera tal que habían tenido que subirle a su habitación en brazos; que la artista, al verle, había hecho las maletas y, tras algunas palabras con él, había tomado el avión y se había vuelto a su país; nos dijo que el escritor estaba durmiendo el disgusto, si es que lo hubo, y la borrachera, que sí la hubo”.
El escritor y traductor Félix Ros, que tras unos años distanciado de quien en la inmediata posguerra había sido su socio, se reconcilió relativamente con Janés, también dejó constancia de la fama de bebedor de Waltari a su paso por Barcelona. En su caso en un artículo titulado “Evocación en la Feria del Libro. Janés”, publicado en Abc: “me contaron en el Ritz de Barcelona, que se desayunaba con una botella de chartreuse amarillo, si bien es cierto que mezclándola con coñac”.
En cualquier caso, cuando en 1954 Janés fue requerido a pronunciar la tradicional conferencia con motivo de la exposición biibliográfica que solía celebrarse en la Biblioteca Central (actual Biblioteca de Catalunya) con motivo de la Feria del Libro, se limitó a comentar acerca de Waltari (a quien describió como “visitante delicioso” y “gran novelista finlandés”) que “la primera vez que subió al Tibidabo y contempló Barcelona a sus pies se echó a llorar y dijo que vista desde lo alto de nuestra montaña Barcelona le parecía la ciudad más bella que había creado Nuestro Señor”. Quizás esta elegante discreción deba relacionarse con las declaraciones del editor barcelonés en la última entrevista que concedió, poco antes de morir, señalando Cuerpos y almas, de Maxence Van der Meersch, y Sinuhé el egipcio como las de mayor éxito de cuantas obras había publicado a lo largo de su muy prolífica trayectoria editorial.
Hay quienes piensan que si Waltari ya no dio una novela histórica de la magnitud y fuerza narrativa de Sinuhé el egipcio fue debido a que el inaudito éxito internacional de esa novela se le subió a la cabeza. Bueno, es un modo de verlo.
Fuentes:
Sebastián Juan Arbó, Memorias. Los hombres de la ciudad, Barcelona, Planeta (Espejo de España 81), 1982.
Sebastián Juan Arbó, “La opinión propia. Reuniones olvidadas”, La Vanguardia Española el 22 de julio de 1967.
Rafael Borrás Betriu, La guerra de los planetas. Memorias de un editor 2, Barcelona, Ediciones B, 2005.
Rafael Borrás Betriu, La razón frente al azar Memorias de un editor 3, Barcelona, Flor del Viento, 2010.
Josep Janés i Olivé, Josep, “Aventuras y desventuras de un editor”, conferencia pronunciada en la Biblioteca Central de la Diputación de Barcelona con motivo de la Exposición de la Fiesta del Libro de 1954 y publicada como anexo al Catálogo de la producción editorial barcelonesa entre el 23 de abril de 1953 y el de 1954, Barcelona, Diputación de Barcelona,1954.
Luis Quesada, “Editores españoles: José Janés”, Índice, febrero de 1959.
Félix Ros, “Janés. Evocación en la Feria del Libro”, Abc, 9 de junio de 1959.
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